El rey Carlos III, de 75 años, está siendo confrontado por su mortalidad después de haber esperado más tiempo que cualquier heredero en la historia británica para tener su momento de gloria. Debido al diagnóstico de un cáncer no especificado, el rey ha tenido que dar un paso atrás en su compromiso con el servicio a su pueblo. Esta noticia ha sido toda una sorpresa, ya que se creía que su visita al hospital la semana pasada era para un tratamiento rutinario. Durante el procedimiento, sin embargo, se descubrió algo peor. Como resultado, es probable que se pospongan algunas visitas oficiales, incluyendo su viaje a Australia y Canadá este año, y su participación en la reunión de jefes de gobierno de la Commonwealth en Samoa en octubre ya no está garantizada. Aunque desde el Palacio de Buckingham se ha afirmado que el rey sigue al mando a pesar de su tratamiento en curso, su ausencia pública llega en un momento inoportuno, en un año electoral y en un momento de creciente incertidumbre geopolítica. Ante esto, el príncipe William, príncipe de Gales, ha dado un paso adelante y asumirá algunas responsabilidades en los próximos días, demostrando así continuidad en la monarquía británica mientras muestra su preocupación por el bienestar de su padre.
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