El presidente ruso, Vladimir Putin, anunció una modificación en la doctrina nuclear de su país, lo que ha provocado reacciones globales y temores sobre posibles escaladas en el conflicto en Ucrania.

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Esta semana, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, hizo pública una modificación en la doctrina nuclear de su país.

Esta nueva estrategia permite el uso de armas nucleares como respuesta a ataques convencionales.

La noticia no sorprendió a muchos, ya que Putin había anticipado este cambio desde septiembre.

Desde 1945, la posibilidad de un enfrentamiento nuclear ha generado temor a nivel mundial.

Aunque los expertos tienen opiniones divididas sobre la viabilidad de una guerra nuclear limitada, existe un consenso casi generalizado sobre la necesidad de no probar esta hipótesis.

Siguiendo lo que Putin ha afirmado, el año pasado, Rusia trasladó algunas de sus armas nucleares de corto alcance a Bielorrusia, ubicándose más cerca de Ucrania y al borde de los integrantes de la OTAN en Europa Central y del Este.

A pesar de la gravedad de este hecho, como se detalla en el reciente libro de Annie Jacobsen sobre la guerra nuclear, no debemos reaccionar de manera exagerada ante el anuncio de Putin.

Hay varias razones que apoyan esta perspectiva.

En primer lugar, aunque la doctrina pueda haber cambiado, el control de Putin sobre el arsenal nuclear ruso permanece inalterado.

La primera pregunta que haría Putin al considerar el uso de armas nucleares no sería: "¿Qué dice la doctrina?". Él sigue siendo la autoridad suprema en el uso del armamento nuclear de Rusia y siempre ha tenido la capacidad de utilizarlo en respuesta a cualquier tipo de amenaza a la integridad territorial rusa, sea convencional o de otro tipo.

Por otro lado, la estrategia rusa concibe las armas nucleares como parte de su enfoque de disuasión estratégica y contraescalamiento.

Durante todo el conflicto en Ucrania, el líder ruso ha hecho referencias constantes a las armas nucleares, consciente de que el presidente estadounidense Joe Biden teme un estallido de la Tercera Guerra Mundial.

Al agitar el sable nuclear, Putin ha logrado disuadir a Estados Unidos de proveer la cantidad necesaria de armamento que otorgaría a las fuerzas ucranianas una ventaja decisiva, y ha garantizado que la OTAN no eleve el conflicto a niveles peligrosos.


Esta táctica de coerción estratégica ha funcionado perfectamente hasta antes de este cambio de doctrina.

Además, China ha estado observando de cerca la guerra en Ucrania y ha aprendido las lecciones del uso de la coerción nuclear por parte de Putin.

Otro punto relevante es que el uso de las armas nucleares rusas está dirigido a amenazas a la integridad y existencia misma de Rusia.

En ningún momento durante este conflicto se ha puesto en riesgo la integridad territorial de Rusia ni su liderazgo nacional.

De hecho, fue Rusia la que violó la soberanía ucraniana en 2014, al inicio de este conflicto que escaló considerablemente con la invasión a gran escala de 2022. Aunque Ucrania ha lanzado una campaña en Kursk que ocupa temporalmente una mínima porción de territorio ruso, la soberanía de este país no está amenazada.

Finalmente, las armas de largo alcance que Estados Unidos ha autorizado usar a Ucrania ya formaban parte de su arsenal desde hace tiempo.

Adicionalmente, estas armas están disponibles en cantidades menores y tienen un alcance más corto en comparación con los armamentos autóctonos de Ucrania, que han llegado a golpear distancias mucho mayores dentro de Rusia.

Ninguno de estos ataques provocó una respuesta nuclear por parte de Putin.

Mientras que el ejército estadounidense no ha visto la necesidad de modificar su postura nuclear tras el anuncio de Putin, muchos en los medios occidentales han reaccionado a este cambio en la doctrina nuclear rusa exactamente como Putin lo había anticipado: con historias sobre amenazas incrementadas de una posible Tercera Guerra Mundial, que a su vez están diseñadas para influir en la metodología del próximo presidente de Estados Unidos.