Un estudio reciente realizado en Nueva Escocia revela la presencia de microplásticos en la carne de langosta, con concentraciones que rondan las 6-7 partículas por gramo. La investigación, que analiza diferentes áreas de captura, señala la posible entrada de estos contaminantes en la cadena alimentaria y sugiere la necesidad de profundizar en los efectos sobre la salud humana y los ecosistemas marinos.
La investigación, publicada en la revista Regional Studies in Marine Science, revela que cada #langosta analizada contenía en promedio entre seis y siete partículas de #microplásticos por gramo de carne, cifras que generan preocupación respecto a la seguridad alimentaria y la salud ambiental.
El estudio se centró en 16 langostas capturadas en cuatro diferentes zonas de la provincia, incluyendo áreas de alta actividad pesquera en el Bay of Fundy y Cape Breton.
Los científicos extrajeron muestras de carne de los colas de estos crustáceos y emplearon un método innovador que utiliza tintes fluorescentes para hacer visibles las microfibras y partículas plásticas bajo microscopio.
Las partículas descubiertas tenían un tamaño promedio de aproximadamente 3.65 micrómetros, unas 30 veces menores al diámetro de un cabello humano.
El análisis de los residuos plásticos mostró que la mayoría de estos contenían tipos de polímeros como el polietileno vinil acetato, utilizado en embalajes y partes de vehículos; poliéster, derivado de fibras textiles, y polisulfona, un plástico industrial.
Estas sustancias se encuentran en diversos productos de uso cotidiano y procesos industriales, lo que indica que la contaminación por microplásticos en los océanos es un problema que afecta a múltiples sectores y regiones.
La presencia de estos contaminantes en la carne de langosta no es un hallazgo aislado. Desde hace años, estudios en diferentes partes del mundo han documentado microplásticos en mariscos, pescados, agua potable y incluso en tejidos humanos.
La creciente preocupación radica en si estos pequeños fragmentos pueden afectar la salud de los consumidores humanos, ya que algunos estudios sugieren que pueden ingresar al organismo, acumulándose en órganos vitales y posiblemente provocando efectos nocivos a largo plazo.
Expertos en #salud pública y ciencias ambientales advierten que, aunque los resultados del estudio de Nova Scotia son relevantes, aún es necesario realizar más investigaciones para evaluar el impacto real en la salud humana.
El Dr. Karl Jobst, profesor del Memorial University, menciona que las microfibras han sido detectadas en sangre y tejidos placentarios, pero aún no hay pruebas concluyentes sobre sus riesgos directos.
Representantes de la industria pesquera en Nova Scotia han señalado que la muestra fue pequeña y que el problema de microplásticos no es exclusivo de la langosta
Por su parte, representantes de la industria pesquera en Nova Scotia han señalado que la muestra fue pequeña y que el problema de microplásticos no es exclusivo de la langosta, sino que afecta a toda la cadena alimentaria.
Stewart Lamont, director de Tangier Lobster Company, opina que, aunque la presencia de microplásticos pueda parecer preocupante, la frecuencia de consumo de langosta no justifica una alarma, ya que se trata de un plato que se consume ocasionalmente.
Históricamente, la contaminación por plásticos en los océanos ha sido un problema en aumento desde la década de 1950, cuando la producción global de plásticos empezó a crecer exponencialmente.
La dispersión de micro partículas en los ecosistemas marinos ha afectado no solo a especies comercializadas, sino también a la biodiversidad y a la salud de los hábitats.
La carga de microplásticos en la cadena alimentaria representa un reto global que requiere políticas de reducción de plásticos de un solo uso, mejoras en la gestión de residuos y mayores controles en la pesca y la acuicultura.
A nivel internacional, diversos estudios y campañas buscan sensibilizar sobre la magnitud del problema y fomentar cambios en hábitos individuales y colectivos.
La detección de microplásticos en productos consumidos por humanos resalta la necesidad de continuar investigando y diseñar estrategias que protejan tanto la salud pública como los ecosistemas.
En definitiva, la investigación de Nova Scotia aporta evidencia adicional de que la presencia de microplásticos en la vida marina y, potencialmente, en la dieta humana, es una realidad que demanda atención inmediata.
