Un estudio reciente sugiere que las mofetas que habitan en zonas urbanas podrían estar en las primeras etapas de un proceso de domesticación, evidenciado por cambios físicos y comportamentales. La influencia del entorno humano podría estar acelerando esta transformación, planteando nuevas cuestiones sobre la coexistencia con la fauna silvestre en las ciudades.

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Sin embargo, en las últimas décadas, su presencia en áreas urbanas ha ido en aumento, generando tanto interés científico como preocupación pública.

Estudios recientes apuntan a que estas criaturas podrían estar empezando a adaptarse de manera más profunda a la vida en la ciudad, mostrando signos de un proceso de domestificación.

Históricamente, la #domesticación de animales ha sido un proceso largo y complejo que ha involucrado la selección artificial por parte de los humanos, como en el caso de los perros, cuyo proceso comenzó entre 30.000 y 15.000 años atrás. Sin embargo, en el caso de las #mofetas urbanas, todo indica que esta transformación podría estar comenzando de forma natural, simplemente por vivir en estrecha proximidad con las personas.

Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Arkansas en Little Rock ha analizado casi 20.000 fotografías de mofetas en diferentes entornos de Estados Unidos, y ha encontrado evidencias físicas que sugieren una tendencia hacia la domesticación.

La principal característica observada es una reducción de aproximadamente un 3,56% en la longitud del hocico en mofetas que habitan en áreas urbanas en comparación con sus contrapartes rurales.

Esta modificación recuerda a las patrones evolutivos descritos en otros animales que han convivido con humanos, en los que se han observado cambios como la reducción de orejas, pérdida de pigmentación en el pelaje y una menor respuesta al miedo.

Estos cambios físicos se explican en parte mediante la teoría de la llamada “síndrome de domesticación”, un conjunto de rasgos que aparecen en animales en contacto prolongado con humanos.

Por ejemplo, alteraciones como la neotenia —la conservación de características juveniles en adultos— y una mayor tolerancia a la presencia humana, caracterizan a las mofetas que conviven en zonas urbanas.

El trabajo de campo también ha incluido la comparación de especímenes de museos recolectados desde finales del siglo XIX, lo que permite observar cómo han cambiado los cráneos y otras características óseas en respuesta a la expansión urbana.

Los resultados sugieren que estas animales no solo están modificando su apariencia física, sino también su comportamiento, volviéndose menos temerosas y más tolerantes a la presencia humana.

Consideran que estos cambios indican que las mofetas podrían estar en las primeras fases de una evolución que

Expertos como el profesor Albrecht Schulte-Hostedde, de la Universidad Laurentian en Ontario, consideran que estos cambios indican que las mofetas podrían estar en las primeras fases de una evolución que, con el tiempo, podría convertirles en animales mucho más adaptados a relaciones cercanas con las personas.

Sin embargo, advirtió que aún estamos muy lejos de poder considerarlas mascotas, ya que las mofetas salvajes pueden portar enfermedades, como la rabia, y parásitos peligrosos, además de que su manejo requiere permisos especiales en varias regiones.

A pesar de esto, el interés por estos animales crece. Algunas personas en Estados Unidos, como Sarah Thyme, han decidido criar mofetas huérfanas como mascotas, aunque reconocen que no es recomendable para todos, debido a los altos requerimientos y riesgos asociados.

En Canadá, por ejemplo, la tenencia de especies silvestres está estrictamente regulada por la ley, haciendo difícil o imposible la adopción legal.

Los científicos coinciden en que aún falta mucho por aprender acerca de cómo la urbanización está influyendo en la evolución de las mofetas y otras especies silvestres.

Lo que sí está claro es que la presencia humana en el entorno natural no solo altera el ecosistema, sino que también puede estar fomentando cambios evolutivos que, si se mantienen a largo plazo, podrían dar lugar a especies completamente nuevas en las ciudades del futuro.