A pesar de los avances en legislación y derechos laborales, la brecha salarial de género en Europa sigue siendo significativa, afectando la economía y la igualdad social.

La desigualdad salarial de género continúa siendo una realidad en Europa, reflejando una persistente disparidad estructural en el mercado laboral que afecta a millones de trabajadoras y trabajadores.
A pesar de los esfuerzos legislativos y sociales para promover la igualdad, las mujeres siguen ganando en promedio menos que sus colegas masculinos. Según el informe más reciente, elaborado en 2025, la brecha salarial de género en la Unión Europea se sitúa en un 14,2%, lo que significa que, en promedio, las mujeres perciben aproximadamente 86 euros por cada 100 euros que ganan los hombres, si se consideran salarios brutos anuales.
Este dato representa una ligera mejora respecto a años anteriores, pero aún refleja una desigualdad significativa.
La diferencia en ingresos no solo se explica por las disparidades en los salarios, sino también por la segregación ocupacional y las responsabilidades no remuneradas que en su mayoría asumen las mujeres.
La segregación horizontal, donde ciertos sectores como la educación, la salud o los servicios sociales están mayoritariamente ocupados por mujeres, y la segregación vertical, que limita el acceso de ellas a puestos directivos y de alta remuneración, son factores clave que perpetúan la brecha.
Históricamente, la brecha salarial ha sido un reflejo de las desigualdades sociales y económicas que han persistido durante siglos. En el pasado, las mujeres estuvieron excluidas de muchas profesiones y sectores económicos, y su participación en el mercado laboral se limitaba a trabajos considerados 'femeninos', con bajos salarios y poca estabilidad laboral.
La lucha por la igualdad laboral comenzó a ganar fuerza a mediados del siglo XX, y en las últimas décadas se han logrado avances importantes en derechos laborales y políticas de igualdad.
Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. La brecha salarial de género tiene un impacto directo en la economía familiar y en la seguridad financiera de las mujeres a largo plazo, especialmente en la jubilación.
La diferencia en ingresos también influye en el acceso a oportunidades de formación, promoción y desarrollo profesional.
Las instituciones europeas continúan promoviendo medidas para reducir esta brecha, incluyendo la implementación de cuotas de género en puestos directivos y programas de transparencia salarial.
Pero la realidad muestra que, para cerrar completamente esta brecha, será necesario abordar las causas estructurales que la generan, como la segregación ocupacional y las responsabilidades familiares.
En conclusión, la brecha salarial de género en Europa sigue siendo un desafío importante, que requiere el compromiso de todos los actores sociales y políticos.
La igualdad salarial no solo beneficia a las mujeres, sino que también impulsa una economía más justa, competitiva y resiliente. La lucha por la igualdad de oportunidades en el trabajo continúa siendo una prioridad para lograr una sociedad más equitativa y moderna.