El país sudamericano rinde homenaje a José Mujica, exguerrillero y expresidente, quien falleció a los 89 años. Su vida marcada por la lucha, la sencillez y el compromiso con sus ideales inspira a generaciones.

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El pasado 14 de mayo, Uruguay se vistió de luto y respeto para despedir a uno de sus personajes más emblemáticos, José 'Pepe' Mujica, quien falleció a los 89 años en su modesta chacra ubicada en las afueras de Montevideo.

Mujica, reconocido por su trayectoria como guerrillero, expresidente y símbolo de la izquierda latinoamericana, dejó un legado imborrable en la historia de Uruguay y de la región.

Nacido en 1935 en Montevideo, Mujica vivió una infancia marcada por la sencillez y las dificultades económicas. En su juventud, se unió a la guerrilla urbana del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), enfrentándose a la dictadura militar que azotó Uruguay durante los años 70 y 80.

Su activismo lo llevó a vivir en clandestinidad y a soportar 13 años de prisión en condiciones muy duras, en las que su resistencia y compromiso con sus ideales quedaron evidenciados.

Su paso por la cárcel fue un capítulo crucial en su vida, que lo fortaleció y le dio una visión clara de la lucha social y política. Tras la restauración democrática en Uruguay, Mujica emergió como una figura política de peso, primero como diputado, luego senador y ministro de Ganadería y Agricultura, antes de dar el salto a la presidencia en 2010.

Durante su mandato (2010-2015), Mujica se distinguió por su estilo directo, su sencillez y sus decisiones audaces. Fue el artífice de la legalización del cannabis en Uruguay, un primer paso audaz en la región para regular esta sustancia y reducir el poder del narcotráfico.

Además, implementó políticas sociales que beneficiaron a sectores vulnerables y promovió una economía más inclusiva.

Su vida personal también reflejaba sus valores. Mujica era conocido por su humildad y su estilo de vida austero, rechazando los lujos y viviendo en una pequeña chacra en lugar de la residencia oficial.

Amaba el fútbol, disfrutaba pasar tiempo con su esposa, Lucía Topolansky, quien fue su compañera en la lucha y también ocupó cargos importantes en la política uruguaya.

La historia de Mujica también se entrelaza con la historia regional y mundial. En 2014, fue recibido por el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en una reunión que simbolizó un cambio en las relaciones diplomáticas.

A lo largo de los años, su figura fue admirada tanto por sus semejantes de izquierda como por sectores conservadores, quienes reconocían su honestidad y compromiso.

El país se congregó en las calles para despedirlo, recordando sus frases memorables y el ejemplo de vida que dejó. La avenida 18 de Julio, principal arteria de Montevideo, se llenó de ciudadanos que con lágrimas y cantos, honraron a un líder que encarnó la lucha por la justicia social y la igualdad.

Mujica también dejó un legado político y social que trasciende fronteras. Su compromiso con la unidad latinoamericana y su lucha contra la desigualdad le valieron reconocimiento internacional. En sus últimos años, ya en silla de ruedas y enfrentando problemas de salud, siguió participando activamente en debates públicos y promoviendo sus ideales.

Su historia, desde los años de guerrillero hasta su paso por la Casa Rosada, es un ejemplo de coherencia, resistencia y entrega. La figura de Pepe Mujica seguirá inspirando a quienes luchan por un mundo más justo y equitativo, consolidando su lugar en la historia como uno de los líderes más genuinos y queridos de América Latina.

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