El presidente boliviano, Luis Arce, anuncia que no buscará la reelección y hace un llamado a la unión del sector progresista para fortalecer su proyecto político ante las elecciones de agosto de 2025.

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El escenario político en Bolivia se encuentra en plena efervescencia a medida que se acercan las elecciones presidenciales de agosto de 2025. En un movimiento que sorprendió a muchos, el presidente Luis Arce anunció este martes 13 de mayo que no será candidato a la reelección, y en su lugar, hizo un llamado a la unidad de la izquierda del país para fortalecer su liderazgo y garantizar una victoria del sector progresista.

Desde la sede del gobierno en La Paz, Arce comunicó su decisión con firmeza, señalando que "doy a conocer al pueblo boliviano con absoluta claridad mi decisión de no postularme nuevamente para la presidencia en las próximas elecciones".

Este anuncio ha generado diversas reacciones en el panorama político, especialmente dentro del oficialismo, donde se esperaba que el mandatario continuara en la contienda.

El mandatario también instó a otros actores del movimiento oficialista, en particular al expresidente Evo Morales, quien gobernó Bolivia en tres ocasiones entre 2006 y 2019, a que declinen sus aspiraciones presidenciales.

Arce pidió que todos los sectores de la izquierda boliviana trabajen juntos en torno a un programa común y a un candidato con mayores posibilidades de vencer a las fuerzas opositoras.

"Es fundamental defender nuestro Estado Plurinacional y los logros conquistados por las clases populares. Facilitar un retorno a la derecha sería un retroceso para Bolivia", afirmó Arce, quien además subrayó que los enemigos principales del país son el imperialismo y la derecha fascista, que se benefician de las divisiones internas.

Este llamado a la unidad llega en un momento en que las tensiones dentro del oficialismo han sido evidentes. La ruptura entre Arce y Morales se hizo pública en noviembre de 2024, cuando un fallo judicial y el órgano electoral reconocieron a Grover García, afín a Arce, como el nuevo presidente del Movimiento al Socialismo (MAS).

Morales, que lideró el MAS durante casi 20 años, fue apartado de la dirección del partido y posteriormente fundó el bloque Evo Pueblo, anunciando su intención de participar en los comicios bajo una nueva formación política.

La figura de Evo Morales, quien fue reelegido en 2009 y 2014, busca regresar a la presidencia a pesar de que la Constitución boliviana limita a una reelección continua.

La controversia sobre su candidatura se ha intensificado debido a que una sentencia constitucional establece que la reelección solo puede ocurrir una vez, aunque Morales insiste en que su regreso sería legítimo.

Por otro lado, el sector oficialista enfrenta también el desafío de consolidar a su candidato para las elecciones. La participación del vicepresidente David Choquehuanca, y la posible candidatura de Andrónico Rodríguez, presidente del Senado y considerado como un potencial sucesor, están en análisis.

Sin embargo, la ruptura entre estos líderes refleja las profundas divisiones internas.

En el contexto histórico, Bolivia ha experimentado cambios políticos significativos desde su recuperación democrática en 1982, tras años de dictaduras militares.

La llegada de Evo Morales en 2006 marcó un cambio radical, con avances en derechos indígenas y políticas sociales, pero también enfrentó acusaciones de autoritarismo y corrupción.

El movimiento hacia las elecciones de 2025 se perfila como uno de los más complejos en la historia reciente del país, con una lucha abierta entre diferentes facciones dentro del oficialismo, y una oposición que busca aprovechar las divisiones internas para ganar terreno.

La llamada de Arce a la unidad podría ser un paso decisivo para evitar que las disputas internas beneficien a las fuerzas conservadoras.

En definitiva, Bolivia se encuentra en una encrucijada política donde la cohesión del sector progresista será clave para definir su futuro. La decisión de Arce de no buscar la reelección y su llamado a la unidad buscan consolidar un frente común que garantice la continuidad de los logros sociales y económicos alcanzados en los últimos años, sin que las ambiciones personales dividan aún más al movimiento de izquierda.