El presidente Donald Trump apuesta por fortalecer la producción de fármacos en Estados Unidos mediante la creación de nuevas fábricas y la revisión de regulaciones. ¿Podrá esta iniciativa revertir la tendencia de desplazamiento de la industria farmacéutica al extranjero y asegurar el suministro de medicamentos esenciales? Con una inversión proyectada en miles de millones de euros y cambios en las inspecciones internacionales, la estrategia busca reducir la dependencia de importaciones y enfrentar posibles escaseces, pero también plantea desafíos en términos de costos y acceso a tratamientos.

En los últimos años, la industria farmacéutica estadounidense ha enfrentado una tendencia preocupante: la migración de sus fábricas hacia países con costos de producción más bajos, como India y China.
Esta desplazamiento ha generado preocupaciones sobre la seguridad del suministro, especialmente en tiempos de crisis sanitaria. Para revertir esta situación, el gobierno del presidente Donald Trump ha puesto en marcha una serie de medidas destinadas a revitalizar la fabricación de medicamentos en Estados Unidos.
Una de las principales iniciativas consiste en promover la construcción de nuevas plantas farmacéuticas en territorio estadounidense. En función de ello, se han anunciado inversiones millonarias por parte de gigantes del sector, que suman varios miles de millones de euros. Por ejemplo, Gilead Sciences, una de las principales empresas biotecnológicas, destinará aproximadamente 9.2 mil millones de euros (equivalente a 10 mil millones de dólares) en proyectos nacionales a lo largo de la próxima década. Además, otras firmas como Abbott Laboratories y Eli Lilly planean realizar inversiones significativas, con presupuestos que superan los 430 millones y 23 mil millones de euros respectivamente.
Estas inversiones buscan no solo aumentar la capacidad productiva, sino también reducir los tiempos de aprobación y facilitar la apertura de nuevas instalaciones.
Donald Trump firmó en mayo un decreto que instruye a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) a acelerar los procesos de autorización y eliminar trámites redundantes que retrasan la puesta en marcha de nuevas fábricas.
El objetivo es que las nuevas instalaciones puedan comenzar a operar en un plazo de cinco a diez años, un período considerado largo por muchos expertos en salud pública.
Históricamente, Estados Unidos ha sido un líder en innovación farmacéutica y en la fabricación de medicamentos, pero en las últimas décadas ha visto cómo muchas de sus fábricas cerraban o se trasladaban al extranjero.
La tendencia empezó en los años 90, cuando la globalización y los bajos costos laborales en países asiáticos incentivaron a las empresas a mover su producción.
Esto generó una dependencia de importaciones que, en tiempos de crisis o aumentos arancelarios, puede poner en riesgo la disponibilidad de medicamentos esenciales.
En respuesta, la administración Trump ha anunciado planes para imponer aranceles a las importaciones de medicamentos y ha propuesto modificaciones en la política de inspección internacional.
La idea es que las fábricas en el extranjero sean sometidas a controles más estrictos y transparentes, para garantizar que cumplen con las normas estadounidenses de calidad y seguridad.
Un aspecto clave de la estrategia es la revisión de las inspecciones en fábricas en países como China e India, que históricamente han sido criticadas por la falta de transparencia y por la existencia de estándares diferentes a los de EE.UU. Durante la pandemia, esta situación se agravó, ya que las inspecciones internacionales se redujeron por motivos sanitarios. La FDA planea ahora implementar políticas que aseguren una supervisión más rigurosa y que permitan a las autoridades estadounidenses tener un mayor control sobre los productos importados.
Sin embargo, no todos coinciden con estas medidas. La industria farmacéutica advierte que los aranceles y las restricciones pueden encarecer los medicamentos y generar escasez, afectando especialmente a pacientes con enfermedades crónicas o necesidades urgentes.
La Asociación de Industrias Farmacéuticas (PhRMA) ha señalado que cada dólar destinado a aranceles es un recurso que podría invertirse en innovación y desarrollo de nuevos tratamientos.
Además, algunas organizaciones de pacientes y defensores de la salud advierten que estas políticas podrían empeorar las crisis de suministro, como ocurrió en 2023 con la escasez del cisplatino, un medicamento clave en la quimioterapia, cuya producción se vio afectada por problemas en una planta en India.
El debate continúa, pero lo cierto es que EE.UU. busca con estas medidas reducir su dependencia de las importaciones y asegurar la disponibilidad de medicamentos en tiempos de incertidumbre global. La inversión en infraestructuras y la revisión de las regulaciones son pasos importantes, pero también es necesario equilibrar los costos y los beneficios para garantizar que los pacientes tengan acceso a tratamientos de calidad a precios razonables en el futuro cercano.