Un barco relacionado con Rusia ha sido detenido en aguas finlandesas tras ser acusado de dañar cables de electricidad y datos en el mar Báltico.

Las autoridades finlandesas han tomado medidas drásticas al detener un barco vinculado a Rusia, el Eagle S, en el mar Báltico.

Este episodio ha suscitado preocupación en torno a la seguridad de la infraestructura crítica en la región.

Según la policía finlandesa, el buque fue abordado en la madrugada del jueves, y el jefe de policía de Helsinki, Jari Liukku, confirmó en una conferencia de prensa que se apoderaron del puente de mando del barco.

El Eagle S, que navega bajo la bandera de las Islas Cook, es considerado parte de la flota sombra de Rusia, compuesta por tanqueros de combustible de antigüedad avanzada y propietarios poco claros.

Estas embarcaciones han sido adquiridas por Rusia como una medio de evadir las sanciones impuestas por Occidente a raíz de la guerra en Ucrania, navegando sin el seguro regulado por países occidentales.

La situación del Eagle S se hizo más grave cuando se sospechó que su ancla había causado daños significativos a un cable de energía que conecta Finlandia con Estonia, conocido como Estlink-2. Este cable, que se encuentra en el mar Báltico, dejó de funcionar el miércoles, sumándose a una serie de incidentes que han afectado cables de datos y los oleoductos de Nord Stream, los cuales han sido calificados de sabotaje.

La preocupación por el uso de estas embarcaciones ha llevado al comisionado de la Policía Nacional de Finlandia, Ilkka Koskimägi, a referirse al tema en diversas ocasiones.

Las implicaciones ambientales de tener este tipo de barcos en operaciones son alarmantes, dado su estado envejecido y la falta de seguros adecuados.

La situación ha generado un llamado a la acción por parte de Kaja Kallas, jefa de política exterior de la Unión Europea, quien agradeció a las autoridades finlandesas por su pronta respuesta y aseguró que el incidente representa "el último de una serie de ataques sospechosos a infraestructuras críticas".

El caso está siendo seguido de cerca por los gobiernos de Estonia y Letonia, que están evaluando el impacto de estos daños y considerando medidas adicionales.

La primera ministra letona, Evika Silina, ha mantenido contacto constante con su homóloga estonia, Kristen Michal, y con el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, mientras que el gobierno estonio convocó una reunión extraordinaria para hacer frente a esta problemática.

Históricamente, la región Báltica ha sido un punto álgido en la política internacional, y estos incidentes reflejan tensiones subyacentes que han aumentado a lo largo del tiempo.

Desde la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, la preocupación por la seguridad en el área ha crecido y este tipo de acontecimientos solo parece intensificar dichos temores.

En este contexto, la protección de las infraestructuras críticas se ha convertido en una prioridad para los países de la región, que buscan garantizar la continuidad de sus servicios frente a amenazas externas.