Los trabajadores del sector automotor en Canadá enfrentan una situación crítica debido a la amenaza del presidente Trump de incrementar los aranceles del 25% a los autos importados desde Canadá, poniendo en riesgo miles de empleos y la estabilidad de la industria en el país.

La industria automotriz en Canadá atraviesa un momento de alta tensión y incertidumbre tras las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien amenazó con incrementar los aranceles del 25% a los vehículos importados desde Canadá.
Esta medida, si se implementa, podría tener consecuencias devastadoras para miles de trabajadores y para la economía de varias regiones del país.
Desde hace décadas, Canadá y Estados Unidos han mantenido una estrecha relación comercial en el sector automotor, beneficiándose de acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que en 2020 fue reemplazado por el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA).
Gracias a estos pactos, se facilitó la exportación e importación de millones de autos y partes, generando empleo y crecimiento económico en ambas naciones.
Sin embargo, en los últimos meses, la tensión entre los dos países ha escalado. Trump ha adoptado una postura proteccionista, amenazando con elevar los aranceles, que actualmente están en un 25% para los autos importados, en respuesta a disputas comerciales y acusaciones de prácticas desleales.
Esta amenaza ha generado alarma en las comunidades automotrices canadienses, donde la industria representa cerca de 1.8 millones de empleos directos e indirectos.
Uno de los focos principales de preocupación es la planta de General Motors en Oshawa, Ontario, un símbolo de la industria automotriz en Canadá. Los trabajadores, como el presidente del sindicato local Jeff Gray, expresan su temor ante la posibilidad de despidos masivos y cierres de plantas. Gray afirmó: "Estamos sosteniendo la respiración. Hemos trabajado duro para llegar hasta aquí, y no son trabajos de Trump los que nos quitarán".
La situación se ha agravado con la reciente decisión de Stellantis, el consorcio que fabrica marcas como Jeep, Dodge y Ram, de cerrar temporalmente una planta en Windsor, Ontario, debido a la incertidumbre generada por los aranceles.
La planta, que normalmente produce miles de vehículos, estuvo cerrada durante dos semanas y aún no se sabe si volverá a abrir a plena capacidad. La empresa ha declarado que está evaluando el impacto a largo plazo de las medidas proteccionistas y que podría tomar decisiones adicionales en el futuro cercano.
El temor entre los trabajadores y las comunidades afectadas es palpable. Muchos temen que estas medidas puedan desencadenar una reducción significativa en la producción, lo que afectaría no solo a los empleos, sino también a la economía local y nacional.
La exportación de autos a Estados Unidos, que en 2024 alcanzó los 28.000 millones de dólares canadienses (aproximadamente 19.700 millones de euros), es un pilar fundamental para la industria.
Históricamente, Canadá ha sido uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos en el sector automotor, con una relación que data de más de 50 años.
La cooperación ha permitido un crecimiento conjunto, pero las recientes amenazas de Trump parecen poner en riesgo esa estabilidad. La comunidad empresarial y sindical pide acciones diplomáticas y medidas que eviten un colapso total de la industria.
Mientras tanto, en Canadá, la respuesta a estas amenazas ha sido de fuerte patriotismo y resistencia. El 28 de abril, el primer ministro Mark Carney ganó las elecciones con un discurso que rescató el orgullo nacional y la defensa del sector automotor, prometiendo proteger los empleos de los canadienses ante cualquier medida que pueda afectar la economía del país.
En conclusión, la amenaza de aumentar los aranceles por parte de EE.UU. ha puesto en jaque a una de las industrias más importantes de Canadá. La incertidumbre y el temor a una posible recesión industrial se mantienen en el aire, mientras los trabajadores y las comunidades esperan una solución que garantice la continuidad de sus empleos y el desarrollo económico del país.
La historia muestra que Canadá siempre ha sabido defender sus intereses ante las adversidades, pero en esta ocasión, la crisis requiere de una respuesta coordinada y firme para evitar un daño irreversible en la industria automotriz canadiense.
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