La comunidad médica profundiza en la importancia de la salud del microbioma intestinal para tratar enfermedades difíciles y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Entre los enfoques innovadores destacan los trasplantes de heces y las intervenciones dietéticas que fomentan bacterias beneficiosas.

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En la actualidad, el microbioma intestinal ha emergido como un campo de estudio de gran relevancia en la medicina moderna, dado su impacto directo en diversos aspectos de la salud general.

La comunidad científica cada vez presta mayor atención a la comunidad de microorganismos que habitan en nuestro intestino, compuesta por bacterias y virus que cumplen funciones esenciales para nuestro bienestar, así como algunos que pueden promover enfermedades si su equilibrio se altera.

Una de las técnicas más novedosas e impactantes en este ámbito es el trasplante de microbiota fecal (TMF), que consiste en introducir una muestra de heces de una persona sana en el aparato digestivo de un paciente para restablecer la flora intestinal.

Este procedimiento ha demostrado ser altamente efectivo para tratar infecciones bacterianas persistentes, especialmente las causadas por *Clostridioides difficile*, una bacteria que puede provocar diarrea severa, deshidratación y, en casos recurrentes, complicaciones graves que amenazan la salud del paciente.

Desde que en 2015 la autoridad sanitaria canadiense, Health Canada, autorizó el uso del trasplante de heces para infecciones recurrentes por *C. difficile*, su aplicación se ha expandido a otras patologías, incluyendo enfermedades inflamatorias intestinales como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa.

La efectividad en estos casos supera ampliamente la de los tratamientos con antibióticos tradicionales, logrando una tasa de éxito superior al 85%, frente a menos del 50% que logran los antibacterianos.

El uso de antibióticos, aunque fundamental, puede generar un ciclo perjudicial en la microbiota. Como explica el gastroenterólogo pediátrico Dr. Nikhil Pai, estos medicamentos tienden a eliminar también bacterias beneficiosas, dejando un vacío que puede ser aprovechado por microorganismos patógenos y afectar funciones clave como la nutrición y el metabolismo.

Estudios recientes publicados en prestigiosas revisiones clínicas apoyan la idea de que reparar y mantener un microbioma saludable puede ser clave para tratar otros trastornos, como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, que son procesos inflamatorios crónicos que dañan la pared intestinal.

Además, investigaciones sugieren que el microbioma también puede tener influencia en trastornos neuropsiquiátricos como el autismo y la anorexia nerviosa, dada la conexión entre el intestino y el cerebro.

En algunos casos, la modificación del microbioma mediante trasplantes o cambios dietéticos han provocado mejoras en conductas y en la salud mental.

El estudio del microbioma ha llevado al desarrollo de modelos en 3D de los intestinos, conocidos como ‘mini-guts’, que permiten analizar cómo funcionan las bacterias en su entorno natural, especialmente en la capa mucosa que protege las paredes intestinales.

La función de esta capa, que actúa como un escudo contra bacterias patógenas, es fundamental en enfermedades como la enfermedad de Crohn y la colitis.

Por otra parte, la nutrición desempeña un papel crucial en la salud intestinal. La ingesta de fibra dietética, presente en legumbres, frutas y verduras, favorece la proliferación de bacterias beneficiosas que producen ácidos grasos como el butirato, encargado de modular la respuesta inmunitaria y reducir la inflamación.

Investigadores como la doctora Carrie Daniel MacDougall han evidenciado que aumentar la fibra en la dieta puede modificar favorablemente el microbioma, incluso en pacientes con cáncer, ayudando a fortalecer su salud general.

El interés en la relación entre alimentación, microbioma y salud ha crecido también en el ámbito preventivo, promoviendo una dieta rica en alimentos naturales y fibra para mantener un equilibrio microbiano saludable.

Todo esto confirma que nuestro bienestar depende en gran medida de una comunidad invisible que habita en nuestro interior, y que con los avances médicos y científicos, estamos empezando a comprender su enorme potencial para transformar el tratamiento y la prevención de diversas enfermedades.