Un deslizamiento de tierra en Quebec revela cómo el suelo arcilloso y las condiciones meteorológicas extremas están incrementando los riesgos de derrumbes en la región, en un contexto marcado por el cambio climático.

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En las últimas décadas, Quebec ha sido escenario de eventos geológicos relacionados con movimientos del suelo que sorprenden a investigadores y residentes.

El pasado miércoles, un deslizamiento de tierra en una zona rural del centro de Quebec devoró una vivienda y dejó un cráter de aproximadamente 300 metros de ancho, sorprendiendo por su magnitud y por ocurrir en una superficie aparentemente plana.

Este tipo de accidentes, que en ocasiones no involucran pendientes pronunciadas, son relativamente comunes en la región, debido a la topografía y a la composición del suelo, predominantemente arcilloso.

El suelo con alto contenido de arcilla en el valle del San Lorenzo, que atraviesa la provincia, favorece ciertos tipos de deslizamientos que, en ocasiones, parecen contradictorios, ya que no necesitan de una pendiente considerable para producirse.

Expertos en geología y clima explican que estos movimientos ocurren cuando la tierra pierde su cohesión, situación que puede ser provocada por diferentes condiciones atmosféricas extremas.

La acumulación excesiva de agua por lluvias intensas o, por el contrario, periodos prolongados de sequía que hacen que el suelo se fracture, son dos detonantes principales.

Según datos oficiales del gobierno de Quebec, cada año se registran aproximadamente 100 incidentes de inestabilidad del suelo en la región, siendo los periodos de primavera y otoño los más propensos a estos eventos, influenciados por cambios climatológicos acelerados.

La región, que en su historia ha tenido que enfrentarse a eventos naturales diversos, hoy siente la amenaza adicional del impacto del cambio climático, que ha alterado el ciclo hídrico y ha hecho más impredecibles los patrones meteorológicos.

El profesor Philippe Gachon, especialista en geografía en la Universidad de Quebec en Montreal, indica que el reciente evento en Sainte-Monique, donde un hogar fue arrasado, tiene características que no se habían observado en años recientes.

La frágilidad del suelo arcilloso aumenta durante períodos de lluvias copiosas y sequías extremas, combinaciones que ahora se presentan con mayor frecuencia debido a los fenómenos meteorológicos extremos.

Gachon señala que la arcilla no soporta bien demasiada humedad, ya que puede volverse inestable y licuada, ni tampoco se comporta adecuadamente en épocas de sequía, cuando tiende a fracturarse.

Esto hace que el agua, en ambos casos, sea un factor clave en la estabilidad del terreno. La tendencia a que las condiciones climáticas se vuelvan más extremas, con lluvias más intensas y cambios en las temporadas de deshielo, aumenta la probabilidad de movimientos del suelo.

Los expertos advierten que, si bien el aumento de estos eventos no implica necesariamente un incremento en su frecuencia inmediata, sí señala un mayor riesgo asociado a cómo manejamos y entendemos el territorio.

La buena noticia es que casi el 60% de los deslizamientos reportados en la región están vinculados a actividades humanas, como construcciones en pendientes, excavaciones, modificación del flujo del agua o extracción de vegetación, que perturban la estabilidad natural.

Ante esta situación, las autoridades municipales y provinciales trabajan en la identificación y evaluación de las zonas de mayor riesgo, con el fin de implementar medidas preventivas y de planificación del uso del suelo.

La educación y concientización de la población sobre las prácticas que pueden incrementar la vulnerabilidad también resultan fundamentales.

Históricamente, Quebec ha enfrentado diversos desafíos naturales, incluyendo inundaciones, nevadas extremas y deslaves, pero la realidad climática actual intensifica estos eventos.

La región, famosa por su biodiversidad y su patrimonio natural, ahora debe adaptarse a un escenario donde los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más frecuentes, exigiendo medidas coordinadas para proteger a sus habitantes.

En conclusión, el incidente en Sainte-Monique no solo evidencia los riesgos existentes en una región geológicamente vulnerable, sino que también señala la urgencia de comprender mejor el ciclo del agua en el contexto del cambio climático.

Solo mediante una gestión integrada y una mayor conciencia social será posible reducir la vulnerabilidad frente a deslizamientos y otros desastres naturales en Quebec.