Los recientes incidentes de violencia contra inmigrantes en Inglaterra contrastan con la celebración de los Juegos Olímpicos en París, recordando la complejidad de la crisis migratoria.

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Mientras la llama olímpica brilla intensamente en París, los brotes de violencia extrema y racismo han estado asolando las calles de Inglaterra.

En un espectáculo desgarrador, hoteles que albergan a solicitantes de asilo han sido atacados e incendiados.

Las mezquitas, espacios sagrados para la comunidad musulmana, han sufrido asaltos.

Personas de color han sido rodeadas y agredidas por turbas racistas.

En medio de este clima de odio, se han presenciado saludos nazis en las calles y cánticos de "¡Detengan los barcos!", un lema populista que simplifica una de las problemáticas más complejas de la actualidad, originado en Australia.

Este torbellino de violencia contra inmigrantes ha sido alimentado por una explosión de desinformación y propaganda antiinmigrante.

Hace diez días, un trágico suceso en Southport dejó a tres jóvenes muertas, y la información errónea circuló rápidamente señalando a un supuesto solicitante de asilo musulmán como el perpetrador.

Sin embargo, Axel Muganwa Rudakubana, quien ha sido acusado de los asesinatos, nació en Cardiff y ha vivido en el Reino Unido toda su vida, sin ningún vínculo conocido con el Islam.

Sus padres, originarios de Ruanda, lo criaron como cristiano.

La vileza de figuras extremistas de la derecha, como Andrew Tate, quien diseminó dicha información falsa, ha sido criticada enérgicamente.

Asimismo, el irresponsable comentario de Elon Musk en X, donde afirmaba que "la guerra civil es inevitable" acompañado de imágenes de disturbios en Liverpool, ha desencadenado una liberación de palabras con el nuevo Primer Ministro británico, Keir Starmer.

Durante décadas, los tabloides británicos han fomentado sentimientos antiinmigrantes, pero la plataforma X de Musk se ha convertido en un verdadero epicentro de desinformación xenófoba.


Resulta especialmente doloroso que la violencia en Inglaterra coincida con la belleza de los Juegos Olímpicos en París, dado que apenas hace 12 veranos, el Reino Unido disfrutaba de un resplandor olímpico similar.

En los Juegos Olímpicos de Londres 2012, desde el momento en que la doble de la reina saltó del helicóptero, el país mostró al mundo su cara moderna y multicultural.

Lejos de glorificar el pasado imperial de Gran Bretaña, la ceremonia de apertura se centró en la innovación y el cambio: la revolución industrial, las sufragistas, la fundación del Servicio Nacional de Salud y la invención de Internet.

Además, se celebraron atletas que se convirtieron en héroes nacionales y que simbolizaban la diversidad de Gran Bretaña en el siglo XXI. Mo Farah, ganador del oro en los 5000 y 10,000 metros, nació en Somalia.

Jessica Ennis, que se llevó el oro en el heptatlón, tenía una madre de Derbyshire y un padre nacido en Jamaica.

Para 2012, las historias de éxito de inmigrantes, más asociadas con Estados Unidos, se habían vuelto una experiencia habitual en la sociedad británica.

Hoy, ante los ojos del mundo que miran hacia París, el Reino Unido se enfrenta a un dilema doloroso en su propia historia, con una sociedad que ha avanzado en diversidad, pero que ahora se ve atrapada en la violencia y el odio contra aquellos que buscan refugio y una vida mejor.

La comunidad internacional observa, preguntándose cómo puedan coexistir tales extremos en una nación que previamente se jactó de su inclusión y pluralidad.