Análisis comparativo entre el ascenso al poder de Adolf Hitler en la década de 1930 y las acciones de Donald Trump y Vladimir Putin en la actualidad.

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Observando el mundo en este momento, ¿todo parece terriblemente familiar? Batallas de tanques, masacres antisemitas, bombardeos de ciudades densamente pobladas, ¿hechos difíciles de distinguir de las mentiras?

El 6 de enero de 2021, mientras observaba a los vigilantes de extrema derecha de Donald Trump asaltando el edificio del Capitolio en Washington DC, algo me llamó la atención: quizás la historia realmente se repite.

Vladimir Putin ha emprendido el desafío más descarado de las normas internacionales en el continente desde la invasión de la Unión Soviética por Adolf Hitler en 1941.

Crédito: Getty

En aquella ocasión, un reloj comenzó a contar.

Pero retrocedamos un siglo.

Era 1923 y en Munich, un incipiente Partido Nazi, liderado por un ridículo agitador de esquina llamado Adolf Hitler, intentó un golpe de estado contra la República de Weimar.

Fracasó. Hitler fue arrestado y encarcelado, pero fue liberado después de solo nueve meses por jueces y políticos comprensivos, lo que le permitió postularse nuevamente cuando los tiempos le fueran más propicios.

¿Suena familiar?

Diez años después.

Es ahora 1933, en plena depresión económica mundial, y ese don nadie fácilmente desestimado ha tomado el poder y ha comenzado a desmantelar la democracia alemana.

Ridiculizado y desestimado por todas las personas íntegras, él se ríe al final.

El reloj seguía contando.

En los siguientes seis años, el populismo y el extremismo extendieron su influencia por toda Europa.

No solo Hitler, sino también Mussolini, Franco y Stalin predicaron el odio y consolidaron su poder.

El término "propaganda" comenzó a adquirir su significado familiar y, como argumentó George Orwell en Homenaje a Cataluña, los hechos no solo se discutían, sino que comenzaron a ser "inventados". Se abrieron los primeros campos de concentración.


Los dictadores se volvieron habituales, aceptados, incluso respetables.

Tic, tic, tic...

En 1936, comenzaron las primeras batallas de la nueva era en Europa, en España.

Las primeras ciudades fueron bombardeadas aterrorizando a la población.

En Guernica, donde cientos de personas perdieron la vida, los perpetradores alemanes fabricaron pruebas de que los republicanos habían destruido su propia ciudad.

Comenzaron las masacres al aire libre de miles de personas inocentes, en plazas y plazas de toros.

El mundo observaba horrorizado, pero hizo poco para intervenir.

Solo era una guerra local, se les decía a las democracias.

No era nuestra lucha.

Y de todas formas, ¿qué podíamos hacer? Abrieron más campos.

Las manecillas del reloj comenzaron a avanzar.

Luego las horas.

Mussolini y Hitler en Roma en 1941

Crédito: Reuters

Todos sabemos lo que sucedió después de 1939. Comenzaron las grandes batallas de tanques.

Se arrasaron más ciudades.

Los campos de concentración se convirtieron en campos de exterminio.

Todas esas excusas para no actuar antes de repente parecían menos importantes.

Algo para lamentar.

La medianoche se acercaba.

Para mí, parece que hemos pasado de 1923 a 1939 en menos de tres cortos años.

¿Despertaremos, finalmente, a la posibilidad de que la historia pueda estar repitiéndose después de todo?