El aumento de la vigilancia en China está dificultando la huida de los norcoreanos que buscan refugio en el país vecino.
Seúl: In-sook se escondió con su hija tan pronto como la pandemia llegó a China en 2020. La joven había entrado ilegalmente al país huyendo desde Corea del Norte.
China había intensificado sus métodos de vigilancia, lo que significaba que ya no podía continuar con su trabajo en la fábrica sin una tarjeta de identidad oficial.
Solo se atrevía a dejar su refugio seguro por la noche, cuando era más difícil para la tecnología avanzada de reconocimiento facial rastrearla.
Una soldado norcoreana mira atrás mientras patrulla junto a otro soldado a lo largo de la orilla del río Yalu en la frontera entre China y Corea del Norte.
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Como muchas mujeres que huyen del régimen represivo de Corea del Norte hacia China, los traficantes explotaron la precaria situación legal de In-sook y la vendieron a un hombre chino como su esposa.
Cuando él bebía alcohol, la maldecía y la maltrataba físicamente, lo que la llevó a tomar la arriesgada decisión de escapar.
Incapaz de alimentar a su hijo, recurrió desesperadamente a una iglesia en busca de refugio y luego a Helping Hands Korea (HHK), un grupo con sede en Seúl que brinda rutas de escape a los norcoreanos para alcanzar la seguridad.
"Temo ser atrapada por la policía china y ser repatriada a Corea del Norte", le dijo a HHK, quien ayudó a madre e hija a alcanzar la seguridad en el sudeste de Asia.
La historia de In-sook, narrada por HHK, es una de increíble dificultad, sin embargo, ella pertenece a los "afortunados" pocos norcoreanos que han logrado realizar con éxito el peligroso viaje a través de China en los últimos años.
Antes de la pandemia, más de 1000 norcoreanos eran bienvenidos cada año en Corea del Sur, pero ese número se ha reducido a solo 458 desde 2020.
Según la enviada de la ONU sobre los derechos humanos en Corea del Norte, Elizabeth Salmon, y grupos activistas, hasta 2000 desertores podrían estar languideciendo actualmente en centros de detención en el noreste de China.
Si son repatriados a la fuerza, enfrentarán tortura, abusos e incluso la muerte.