Elon Musk se presenta como una figura clave en la transición presidencial de Donald Trump, adentrándose en un mundo político complejo y con grandes expectativas.
Washington: Durante los primeros 53 años de su vida, Elon Musk apenas tuvo relación con Donald Trump.
Sin embargo, desde la noche del 5 de noviembre, su vida cambió drásticamente y ahora casi no puede pasar tiempo sin él.
Musk, quien se considera el hombre más rico del mundo, se enfrenta al complejo desafío de entender las dinámicas políticas del círculo íntimo de Trump, un ámbito que resulta ser mucho más complicado y menos familiar que su experiencia en la fabricación de coches eléctricos o en la exploración espacial.
La mayoría del equipo que rodea al presidente electo son asesores que demostraron lealtad en luchas previas o amigos de toda la vida.
Musk no es ninguno de estos, pero aporta su propio megáfono y una riqueza descomunal.
Con cerca de 182 millones de seguidores en la plataforma X y alrededor de 182 millones de euros invertidos para ayudar a la campaña de Trump, ha logrado captar la atención del presidente electo.
Trump, asombrado por la disposición de Musk a despedir al 80% del personal de X, ha declarado que quiere que el magnate tecnológico lidere un nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental junto a Vivek Ramaswamy.
Musk ha mantenido una relación cercana con Trump, asistiendo a casi cada reunión en Mar-a-Lago y a eventos como una pelea de UFC. Este martes, incluso llevó al presidente electo al Valle del Río Grande en Texas para un lanzamiento de SpaceX. Estas interacciones subrayan la creciente alianza entre ambos y la influencia que Musk podría tener en la política estadounidense.
Sin embargo, persisten las dudas acerca de si Musk podrá adaptarse realmente a este nuevo entorno en un plazo de cuatro años.
En Washington y Silicon Valley, es un juego de especulaciones tratar de adivinar cuánto tiempo perdurará esta relación Musk-Trump.
Algunos asesores desechados del primer mandato de Trump sugieren que el éxito de Musk dependerá de su habilidad para complacer al jefe, mantener un perfil relativamente bajo, pero también estar listo para atacar a un rival cuando sea necesario.
En las reuniones privadas en Mar-a-Lago, Musk ha mostrado poco conocimiento de las políticas o del personal potencial que se discute, pero regresa repetidamente a un punto central: lo que se necesita, según él, es una “reforma radical” del gobierno y “reformadores” capaces de llevar a cabo cambios drásticos, según dos personas que estuvieron al tanto de las conversaciones internas y que solicitaron anonimato.
El miércoles, Musk, conocido por criticar frecuentemente a los medios de comunicación convencionales, publicó un ensayo en The Wall Street Journal junto a Ramaswamy, donde detallaron más sobre su propuesta para una nueva agencia que llaman DOGE. Este enfoque refleja las ambiciones de Musk por reshaping la administración pública a través de su influencia dentro del mundo político, un terreno inexplorado para él, pero que parece estar dispuesto a conquistar a cualquier precio.