Por primera vez en la historia del fútbol argentino, un equipo en octava posición en su zona, con más derrotas que victorias y una diferencia desfavorable en goles, puede coronarse campeón en el Torneo Apertura 2025. La particularidad de esta edición destaca el carácter impredecible del certamen, que mantiene el formato de dos torneos cortos anuales.

El Torneo Apertura 2025 de la Liga Profesional Argentina está atravesando una dinámica sin precedentes en la historia del fútbol del país. Por primera vez, un equipo que ocupaba la octava posición en su zona, con un rendimiento que incluyó más derrotas que victorias, y una diferencia en goles en números negativos, tiene muchas posibilidades de alzarse con el título.
Esta situación refleja no solo la irregularidad del campeonato, sino también su carácter impredecible y aleatorio que desafía las tendencias tradicionales.
Históricamente, el fútbol argentino ha tenido formatos variados a lo largo de su historia, desde ligas largos y complejos, hasta torneos cortos con zonas y fases eliminatorias.
En los últimos años, la tendencia ha sido hacia sistemas cada vez más abruptos y con pocos partidos en la fase decisiva, como la Copa de la Liga, donde equipos que terminan en puestos relativamente bajos en sus grupos lograron clasificarse a octavos de final y hasta pelear por el título.
En esta edición, 16 de los 30 equipos continúan en carrera por el campeonato, pero lo que llama la atención es que uno de los protagonistas, Instituto de Córdoba, aunque se encuentra en el puesto 19 de la clasificación general, logró avanzar a los octavos de final.
Instituyó tiene un récord negativo en su zona, con 5 victorias, 8 derrotas y 16 goles a favor frente a 20 en contra. Sin embargo, logró clasificar en un torneo en el que la regularidad se ha visto relegada por la imprevisibilidad del sistema.
Por otro lado, otros equipos con registros similares o incluso peores permanecen en la lucha, evidenciando que en este escenario, el rendimiento pasado no siempre determina quién será el campeón.
En la historia del fútbol argentino, este tipo de situaciones no son ni mucho menos habituales. En torneos anteriores, como el Nacional de 1985, la estructura también introdujo un sistema particular de lluvias de octavos y finales, pero en ese entonces, el equipo que lideraba en la fase de grupos solía consolidar su puesto y hacerse con el título.
Un antecedente para entender la complejidad de un torneo con estas características es el Metropolitano de 1976, donde Huracán terminó en séptimo lugar de su zona, pero fue el campeón, ya que posteriormente ganó en las finales, además de completar un rendimiento invicto en la fase inicial.
En aquel torneo, la estructura de clasificación generaba resultados sorprendentes, con campeones que no estaban entre los primeros en la fase regular.
El formato de este año, que combina fases de grupos con eliminatorias directas, ha dado lugar a resultados similares. La lógica tradicional de que el equipo con mejor rendimiento en la fase previa conquiste el título, ha quedado en duda. La incertidumbre incrementa, y la posibilidad de que un equipo en posición desfavorable termine ganando el campeonato se torna tangible.
Es importante destacar que, en el contexto histórico, estos cambios en los formatos de competencia reflejan la búsqueda de renovar el interés en el fútbol argentino, adaptándose a las necesidades del deporte y de los aficionados.
Sin embargo, también generan debates sobre la justicia deportiva y la equidad en la competencia.
En definitiva, el fútbol argentino continúa sorprendiendo con su capacidad para ofrecer historias insólitas, como aquella en la que equipos con balances negativos puedan consagrarse campeones.
Aunque las probabilidades de un giro de última hora siguen siendo bajas, las sorpresas siempre están latentes, y en el fútbol, como dice el dicho, nada está escrito hasta el pitido final.