El expresidente Evo Morales anuncia su intención de ser candidato en las próximas elecciones en Bolivia, en medio de controversias y movilizaciones en su región natal.
Este sábado, el expresidente de Bolivia, Evo Morales, volvió a proclamarse como candidato para las elecciones presidenciales que se celebrarán en el país el 17 de agosto.
Aunque aún no ha confirmado oficialmente bajo qué partido político se inscribirá, Morales expresó su confianza en que logrará la victoria en los comicios de este año.
La participación del exmandatario se dio durante una concentración en la localidad de Entre Ríos, en la zona del Trópico de Cochabamba, un territorio que ha sido tradicionalmente su principal respaldo político y sindical.
Allí, se congregaron cientos de sus seguidores, que lo apoyan con fervor.
Durante su discurso, Morales manifestó con entusiasmo: "Estamos convencidos de que vamos a ganar las elecciones este año, por eso nos tienen tanto miedo, tanta bronca, tantas difamaciones... Unidos somos invencibles, movilizados inalcanzables". Sus palabras reflejaron la fuerte confianza que mantiene en su liderazgo y en la movilización popular que ha caracterizado su carrera política. Desde su retorno a la política activa, Morales ha insistido en que la lucha no solo es por su candidatura, sino por defender lo que él llama la "revolución democrática cultural", un concepto que ha utilizado para describir los cambios sociales y políticos impulsados durante su mandato.
El expresidente ya fue proclamado oficialmente como candidato el 31 de marzo pasado, en un congreso de su agrupación política denominada 'Evo Pueblo'.
Este movimiento surgió tras su separación del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), del cual fue líder durante casi una década, y después de renunciar a su militancia en ese partido.
La creación de su propio grupo ha sido vista como un intento de mantener su influencia en la política boliviana, pese a que enfrenta diversos obstáculos legales y políticos.
Por otro lado, Morales ha señalado que sus seguidores no solo lo respaldan a él personalmente, sino que defienden un proyecto político más amplio, que busca preservar los logros de la revolución democrática y cultural.
En sus palabras, busca enviar un mensaje claro a Bolivia y al mundo: "La derecha no volverá". Sin embargo, aún no ha revelado con qué partido o coalición se inscribirá oficialmente para competir en los comicios, aunque aseguró a sus simpatizantes que "la sigla está garantizada para participar".
Solo pidió que no se preocupen por detalles, ya que todo está en marcha para su candidatura.
Es importante recordar que Morales enfrenta una serie de procesos legales que complican su participación electoral. La Fiscalía de Bolivia lo investiga por presunta trata agravada de personas, específicamente por una relación con una menor de edad, con quien habría tenido un hijo en 2016 en Tarija, cuando ejercía la presidencia.
En octubre del año pasado, se emitió una orden de captura en su contra, pero la policía no ha logrado detenerlo hasta ahora. Desde noviembre del año pasado, el exmandatario no ha salido del Trópico de Cochabamba, donde decenas de seguidores mantienen vigilias permanentes para impedir su arresto.
La situación legal de Morales se complica aún más debido a una resolución del Tribunal Constitucional Plurinacional, que estableció que la reelección indefinida no es un derecho humano y, por lo tanto, le inhabilita para postularse nuevamente como candidato presidencial.
Este fallo ha sido interpretado por sus adversarios como un obstáculo más para su retorno al poder, aunque Morales y su entorno consideran que su candidatura aún es posible y legítima.
En el contexto histórico, Morales fue el primer presidente indígena de Bolivia, y su mandato estuvo marcado por una serie de reformas sociales, económicas y políticas que transformaron el país durante más de una década.
Su liderazgo fue clave para la redistribución de recursos y el reconocimiento de los derechos de las comunidades originarias. Sin embargo, su gestión también estuvo marcada por controversias, acusaciones de corrupción y tensiones políticas que desembocaron en su renuncia en 2019.
Desde entonces, su figura ha sido un símbolo tanto de resistencia como de polarización en Bolivia, y su posible regreso a la presidencia genera expectación y debates a nivel nacional e internacional.
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