El expresidente Donald Trump denuncia la gestión actual de la frontera en EE. UU. y exige expulsar rápidamente a los criminales que ingresan al país, mientras enfrenta batallas legales por sus decisiones migratorias.
El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha expresado este sábado su postura respecto a la situación migratoria en el país, asegurando que no todos los inmigrantes que ingresan al territorio estadounidense deben ser juzgados, sino que la prioridad debe ser su expulsión rápida.
En una publicación en su red social Truth Social, Trump afirmó: "No podemos juzgar a millones de personas que cruzan la frontera. Lo que debemos hacer es identificarlos y sacarlos de inmediato. La frontera está siendo invadida y el gobierno actual está permitiendo que criminales y enfermos mentales se establezcan en nuestro país, sembrando un caos sin precedentes".
Este mensaje llega en medio de una serie de tensiones legales y políticas en torno a las políticas migratorias del gobierno de Joe Biden, que muchos críticos consideran demasiado permisivas.
La gestión de la frontera se ha convertido en uno de los temas más polémicos en la política estadounidense, con acusaciones de que se están permitiendo entradas masivas sin un control adecuado.
Históricamente, la frontera entre Estados Unidos y México ha sido un punto de conflicto y debate desde hace décadas. Desde la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, que terminó con la guerra entre ambos países y cedió territorios a EE. UU., hasta las políticas migratorias modernas, el tema ha sido un eje central en la política de la nación.
En el contexto actual, el gobierno de Biden ha implementado medidas para facilitar la entrada de migrantes, como la derogación de políticas restrictivas anteriores y la apertura de centros de acogida.
Sin embargo, esto ha generado críticas tanto desde sectores conservadores como desde organizaciones internacionales. En particular, en marzo pasado, Trump invocó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una legislación de tiempos de guerra, para ordenar la expulsión de cientos de venezolanos bajo la sospecha de que estaban vinculados a organizaciones criminales como el Tren de Aragua, considerada una de las mafias más peligrosas de América Latina.
Estas acciones generaron una fuerte controversia y llevaron a un enfrentamiento legal con el juez federal James Boasberg. Este juez ordenó detener esas expulsiones y detener los vuelos hacia El Salvador, donde los migrantes serían enviados. La situación se complicó aún más cuando, un día después, un tribunal de apelaciones en Washington D.C. suspendió temporalmente la orden del juez, permitiendo que los vuelos continuaran. La disputa judicial se ha convertido en un símbolo de la tensión entre las políticas de control migratorio y las garantías jurídicas.
Los vuelos de migrantes hacia El Salvador, en particular de venezolanos, han sido objeto de duras críticas por parte de organizaciones de derechos humanos.
Human Rights Watch denunció que estas deportaciones podrían constituir una forma de desaparición forzada, al ser personas que en muchos casos no tienen antecedentes penales y están huyendo de situaciones de vulnerabilidad en sus países de origen.
La administración de Trump ha defendido estas expulsiones argumentando que los migrantes están vinculados a organizaciones criminales y que las acciones son necesarias para proteger la seguridad nacional.
A pesar de las afirmaciones oficiales, varias investigaciones periodísticas han revelado que la mayoría de los expulsados no tienen antecedentes penales y que muchos de ellos simplemente buscan una vida mejor en Estados Unidos.
La disputa legal y política continúa, con Trump insistiendo en que las políticas actuales son un riesgo para la seguridad del país y que solo mediante expulsiones rápidas se podrá mantener el orden y la seguridad en la frontera.
En resumen, la polémica en torno a la migración en Estados Unidos sigue vigente, con una fuerte polarización entre quienes defienden una política más estricta y quienes abogan por un enfoque más humanitario.
La historia de la frontera, marcada por conflictos y cambios de políticas, sigue siendo un reflejo de los desafíos que enfrenta la nación en términos de seguridad, derechos humanos y soberanía.
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