La procesión del Santo Entierro en Zaragoza, que celebra más de 400 años de historia, volvió a recorrer el centro de la ciudad con una participación masiva y una espectacularidad que combina tradición y devoción.
La ciudad de Zaragoza ha sido escenario, una vez más, de la emblemática Procesión del Santo Entierro, una de las manifestaciones religiosas más arraigadas y espectaculares de España.
La alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, acompañada por miembros de la corporación municipal, encabezó la comitiva que acompañó al Cristo de la Cama en su recorrido por el centro de la ciudad, en una tradición que remonta más de cuatro siglos.
Esta procesión, organizada por la Hermandad de la Sangre de Cristo, constituye un Vía Crucis completo que recorre las calles principales de Zaragoza, con un itinerario que atrae a miles de devotos y turistas cada año.
La primera referencia documental acerca de esta celebración data del 25 de marzo de 1617, cuando el deán del Cabildo Metropolitano otorgó la licencia para su salida.
Desde entonces, se han conmemorados más de 400 años de historia ininterrumpida, consolidando su carácter como una de las procesiones más antiguas y significativas de Aragón.
La Hermandad de la Sangre de Cristo, una de las instituciones religiosas más antiguas de la ciudad, se encarga de coordinar todos los aspectos de la procesión.
El cargo de Cetro General, responsable de la organización del evento, es desempeñado por uno de los cincuenta hermanos receptores, siguiendo un riguroso orden de antigüedad.
La participación de las diferentes cofradías de Zaragoza, cada una con su estilo y peculiaridades, enriquece la solemnidad y el colorido de la procesión.
La mayor espectacularidad reside en la presencia de numerosos pasos portados a hombros por costaleros, acompañados por la música de tambores y bombos, que convierten el recorrido en una de las mayores concentraciones de instrumentos de percusión en una procesión en toda España.
Históricamente, la Hermandad de la Sangre de Cristo sufrió grandes pérdidas durante los Sitios de Zaragoza en 1808, que destruyeron gran parte de su patrimonio procesional.
Solo uno de los catorce pasos originales, el Santo Cristo de la Cama, logró salvarse. La heroína María Blázquez, que se internó en las ruinas del Convento de San Francisco para rescatar la imagen, simboliza la devoción que sustenta esta tradición.
Desde 1813, la imagen se encuentra en la iglesia de San Cayetano, donde permanece hasta la actualidad. Poco después, comenzaron a encargarse nuevos pasos, realizados por destacados escultores aragoneses, para reemplazar los que fueron destruidos en la guerra.
Antiguamente, los pasos eran llevados a hombros por laborantes mayores y mozos, en un acto que implicaba esfuerzo físico y devoción. Los encargados de portar y cuidar las imágenes, llamados terceroles, vestían túnicas negras y se enjugaban el sudor con pañuelos o sudarios. La tradición de repartir ramos de olivo y laurel al final de la procesión todavía perdura, simbolizando la paz y la victoria espiritual.
Durante la Segunda República, en los años 1932, 1933 y 1934, la procesión no se celebró, y en los años siguientes, la huelga de los terceroles llevó a que muchos pasos se transportaran en carros con ruedas en lugar de a hombros, marcando un cambio en la forma de vivir esta manifestación.
La crisis y los cambios sociales dieron lugar a la creación de nuevas cofradías a partir de 1937, enriqueciendo la variedad de hábitos y estilos en la Semana Santa zaragozana.
Esta tradición, que ha resistido guerras, crisis y cambios sociales, continúa siendo un pilar de la cultura religiosa en Zaragoza, conectando generaciones y manteniendo viva una historia que comenzó en el siglo XVII.
La Procesión del Santo Entierro no solo es una manifestación de fe, sino también un patrimonio cultural que refleja la historia, la devoción y la identidad de toda una comunidad.