El incremento de satélites en órbita amenaza la investigación astronómica en la próxima década
Científicos advierten que la proliferación de mega-constelaciones satelitales, como Starlink y Kuiper, podría afectar gravemente las capacidades de los telescopios terrestres y espaciales para investigar el universo en los próximos años, poniendo en peligro avances científicos clave.
La comunidad científica ha alertado sobre un riesgo creciente que podría perjudicar significativamente la exploración del cosmos en la próxima década.
La proliferación de mega-constelaciones de satélites, principalmente impulsadas por empresas como SpaceX, Amazon y otras, está generando preocupaciones respecto a su impacto en la investigación astronómica tanto desde la Tierra como desde el espacio.
Actualmente, en órbita terrestre se contabilizan aproximadamente 15.000 #satélites operativos, una cifra que ha aumentado exponencialmente desde 2019, cuando apenas había alrededor de 2.000. Este crecimiento acelerado responde, en gran medida, a la reducción de costos en lanzamientos y la disponibilidad de tecnologías como los CubeSats, que permiten desplegar múltiples satélites a bajo coste.
La finalidad principal de muchas de estas mega-constelaciones es proporcionar conexiones de internet de alta velocidad en zonas remotas, lo que resulta beneficioso para millones de personas, pero también genera problemas no previstos para la comunidad científica.
Un estudio reciente publicado en la revista Nature advierte que si se lanzan los aproximadamente 560,000 satélites propuestos para los próximos diez años, entre ellos los de SpaceX (Starlink), Amazon (Kuiper), OneWeb y otras, casi el 40% de las imágenes capturadas por el telescopio Hubble y un 96% de las observaciones realizadas por otros telescopios espaciales podrían verse comprometidas.
Las imágenes astronómicas se ven afectadas por las estelas luminosas que dejan los satélites en paso, lo que genera franjas de luz que pueden arruinar fotografías y datos científicos esenciales.
Además, estos satélites emiten radiación electromagnética que puede interferir con las observaciones de radioastronomía, dificultando la detección de fenómenos cósmicos o asteroidados potencialmente peligrosos.
Alex Borlaff, científico de la NASA y autor principal del estudio, explicó que “hemos pasado de ver un satélite por noche a casi todos los días, lo cual resulta extremadamente problemático”.
La preocupación crece porque muchos de estos satélites se sitúan en órbitas bajas
La preocupación crece porque muchos de estos satélites se sitúan en órbitas bajas, compartiendo los mismos caminos que los telescopios, tanto terrestres como espaciales.
Por ejemplo, los telescopios en órbitas más alejadas, como el James Webb, no se ven tan afectados, pero los instrumentos en órbitas bajas sí. Se calcula que la presencia de estos satélites podría distorsionar o bloquear la visión de objetos celestes como asteroides o cúmulos de galaxias, dificultando tareas como la detección de objetos cercanos que representan una amenaza para la Tierra.
El impacto no se limita a la ciencia. La alteración del cielo nocturno también afecta a la cultura y la percepción social del cosmos. La astronomía, en particular, ha sido una fuente de inspiración y conocimiento para las generaciones, y la proliferación de estrellas y satélites en la noche oscurece esa conexión con nuestro entorno y patrimonio cultural.
Expertos como Tohuvavohu sugieren que quizás sea necesario replantear la ubicación de futuras telescopios, posiblemente en órbitas más alejadas o incluso en otros planetas, aunque esto supondría un aumento considerable en los costos, ya que la inversión en infraestructura space-telescopios fuera de la órbita terrestre baja puede superar fácilmente los millones o incluso miles de millones de euros.
La gestión de los residuos espaciales también viaja a la agenda, pues los satélites en desuso contribuyen a la contaminación orbital, dejando residuos metálicos y partículas que permanecen en la atmósfera, afectando no solo la astronomía, sino también la seguridad y la vida de otras especies en la Tierra.
En definitiva, si no se regulan y planifican de manera adecuada estas mega-constelaciones satelitales, la capacidad de explorar y entender el universo corre el riesgo de verse seriamente comprometida en los próximos años, poniendo en jaque no solo los avances científicos, sino también nuestro derecho a disfrutar y comprender el cielo nocturno como parte de nuestro patrimonio común.