La caída de los lácteos en EE. UU. alivia el gasto de la compra diaria

Leche, mantequilla y queso bajan de precio en Estados Unidos; el descenso responde a una sobreoferta y a una demanda más débil, con efectos que podrían reflejarse en la cesta de la compra europea a través de las conversiones monetarias.

La caída de los precios de la leche, la mantequilla y el queso en Estados Unidos ofrece un alivio temporal para los presupuestos familiares.

En términos prácticos, un galón de leche se sitúa en torno a 3,68 euros, una libra de mantequilla alrededor de 3,97 euros y una libra de cheddar cerca de 5,19 euros.

Estas cifras reflejan el comportamiento de los mercados y se traducen en un menor gasto al hacer la compra semanal.

Las razones detrás de este descenso incluyen una sobreoferta de leche y un crecimiento de la producción, que, supuestamente, ha superado las tasas habituales.

Este año, la producción de leche en EE. UU. ha crecido aproximadamente un 4%, frente a un crecimiento típico del 1,5% al 2%, lo que ha ejercido presión sobre los precios. Además, la demanda interna se mantiene relativamente débil, lo que añade una capa de debilidad a la dinámica de los precios.

La caída mayorista se ha traducido en movimientos en el precio minorista, pero no siempre de forma rápida. Presuntamente, los minoristas tardan a veces en trasladar las caídas del costo mayorista a los estantes, debido a contratos, inventarios y estrategias de promoción.

En general, se observa que el ritmo de ajuste es desigual entre cadenas y regiones.

Según analistas, la oferta de leche sigue siendo elevada. Stephen Cain, vicepresidente de política económica y análisis de mercado de la National Milk Producers Federation, indicó que la producción de leche en Estados Unidos está impulsando una oferta mayor y que la demanda interna ha sido moderada este año, lo que explica buena parte de la presión a la baja.

Quien señala que la volatilidad de los lácteos

Otra lectura proviene de Phil Plourd, líder de perspectivas en Ever.Ag, quien señala que la volatilidad de los lácteos, y especialmente de la mantequilla, ha sido una característica notable de los últimos 18 meses. En el pasado, el precio mayorista de la mantequilla estuvo por encima de los 3 dólares por libra durante casi dos años y ahora se sitúa en un rango mucho menor; ese giro ha contribuido a un descenso de los precios minoristas, aunque la transmisión puede variar según la cadena.

Con relación a los precios al detalle, el índice de precios al consumidor muestra que, en noviembre, la leche, la mantequilla y el queso registraron caídas frente a meses previos.

Un galón de leche costaba, aproximadamente, 3,68 euros, frente a 3,83 euros en agosto; la mantequilla, a aproximadamente 3,97 euros por libra, frente a alrededor de 4,44 euros en agosto; y el cheddar, a cerca de 5,19 euros por libra, frente a 5,63 euros en agosto.

Estos movimientos no siempre se ven de inmediato en todos los comercios, y la variación entre tiendas puede ser notable.

Históricamente, los ciclos de precios de los #lácteos han mostrado volatilidad asociada a la oferta global, los costos de pienso, el clima y las políticas comerciales.

En la última década, las correcciones de precios han ocurrido en años de cosechas grandes y periodos de demanda más débil, y, de forma presuntamente recurrente, los precios de venta han seguido la pauta de cambios en el mercado mayorista con retraso variable.

Para los consumidores, la caída de los precios podría traducirse en alivio en la factura de la compra semanal, siempre que las cadenas de supermercados trasladaran plenamente las caídas mayoristas a los estantes.

Sin embargo, presuntamente, la velocidad de ese traslado depende de factores de competencia, promociones y acuerdos contractuales. De cara al futuro, algunos analistas sostienen que, si la oferta se mantiene alta y la demanda no repunta con fuerza, podría haber más alivio durante el próximo año, aunque otros señalan que la trayectoria podría estabilizarse sin grandes sorpresas.

En cualquier caso, la evolución de los lácteos seguirá siendo un termómetro de la salud de la cesta de la compra para millones de hogares.

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