Investigaciones recientes sugieren que los tiburones porbeagle, considerados depredadores ápice, pueden ser también presas de otros tiburones más grandes.

La migración de los tiburones porbeagle, una especie en peligro de extinción, ha desatado un nuevo misterio en el ámbito de la biología marina.

El biólogo marino James A. Sulikowski, director del Big Fish Lab de la Universidad Estatal de Oregón, se encontraba realizando un estudio sobre las rutas migratorias y hábitos de reproducción de estos tiburones, cuando se topó con una sorprendente revelación: estos grandes depredadores pueden también ser víctimas de otros tiburones aún más grandes.

En el transcurso de su investigación, la científica monitorizó a una hembra de tiburón porbeagle llamada Penelope, que medía aproximadamente 2.4 metros.

Este tiburón fue etiquetado en 2020 frente a la costa de Cape Cod.

Sin embargo, cinco meses después, Penelope desapareció del radar del equipo de investigadores y, tras analizar los datos, se llegó a la conclusión alarmante de que probablemente se convirtió en el almuerzo de otro tiburón.

Sulikowski se mostró visiblemente sorprendido ante la idea de que un depredador tan grande como el porbeagle pudiera ser cazado.

"Esto es un golpe psicológico, pensar que algo incluso más grande que ella pudo haberla comido es aterrador", mencionó en una reciente entrevista.

Su estudio, publicado en la revista Frontiers in Marine Science, representa, según él, la primera evidencia de que los tiburones porbeagle tienen depredadores naturales.

Sin embargo, otros científicos señalan que aún queda más investigación por hacer para confirmar que Penelope fue efectivamente víctima de un ataque de tiburón.

Los tiburones porbeagle son rápidos y pueden regular su temperatura corporal, lo que les permite habitar en aguas tanto frías como templadas.

Estas criaturas pueden alcanzar longitudes de hasta 3.5 metros y, hasta ahora, se pensaba que eran depredadores sin amenazas naturales.

Sin embargo, son cazados por humanos por su carne y a menudo se convierten en captura accidental en la pesca de atunes y pez espada.

Actualmente, se encuentran clasificados como una especie vulnerable globalmente por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Para entender mejor su comportamiento y ayudar en su conservación, Sulikowski y su equipo han estado marcando y monitoreando en especial a las hembras embarazadas, con el fin de trazar sus rutas migratorias.

El caso de Penelope puso de manifiesto un evento inusual en los datos registrados.

La temperatura del agua en la que nadaba Penelope de repente subió de 15°C a 27°C, sugiriendo que su dispositivo de rastreo probablemente terminó en el estómago de un depredador.

Los principales sospechosos en esta caza son el tiburón blanco o el tiburón mako.

Algunos expertos han expresado su escepticismo sobre las conclusiones del estudio, argumentando que es posible que otro tiburón pudiera haber ingerido la etiqueta sin haber matado a Penelope.

Sin embargo, Sulikowski refutó esta opinión, explicando que el tamaño y la ubicación de la etiqueta en el cuerpo de Penelope hacen poco probable que fuera simplemente un incidente accidental.

Este descubrimiento no solo subraya el delicado equilibrio de la cadena alimenticia marina, sino que también aporta información valiosa sobre la ecología de tiburones que, hasta ahora, había permanecido en la sombra.