SpaceX lanza dos sondas lunares de empresas de EE. UU. y Japón, marcando el inicio de nuevas exploraciones en la superficie lunar.

El miércoles, un cohete Falcon 9 de SpaceX despegó desde la plataforma 39A del Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, Florida, lanzando a la luna dos módulos lunares destinados a explorar el satélite de la Tierra.

Una de las sondas es operada por la empresa japonesa ispace, que intenta en esta ocasión recuperar la confianza después de un fracaso hace dos años, cuando su primer módulo lunar se estrelló. Esta vez, el módulo japonés lleva a bordo un rover que recogerá muestras de la superficie lunar, lo que permitirá obtener datos sobre la composición del suelo y evaluar posibles fuentes de agua y alimentos para futuros exploradores.

La otra sonda, desarrollada por la empresa estadounidense Firefly Aerospace, transporta diez experimentos para la NASA, incluida una serie de dispositivos dirigidos a recolectar muestras del lunar y medir temperaturas a diferentes profundidades.

Este nuevo participante, que lleva el nombre de Blue Ghost en honor a una especie de luciérnagas que se encuentran en EE. UU., planea aterrizar en Mare Crisium, una vasta llanura volcánica, a inicios de marzo.

La sonda de ispace, un poco más grande y conocida como Resilience, tiene como meta aterrizar en la región de Mare Frigoris hacia finales de mayo o principios de junio, aunque el trayecto podría llevarle de cuatro a cinco meses.

A pesar de que muchos ven estas misiones como una carrera hacia la luna, Takeshi Hakamada, CEO de ispace, asegura que no se trata de velocidad, sino de avanzar en la exploración.

Ambos ejecutivos son conscientes de los retos que enfrentan, ya que el paisaje lunar está lleno de escombros provenientes de misiones anteriores.

Desde la década de 1960, solo cinco naciones han logrado colocar naves en la superficie lunar: la extinta Unión Soviética, Estados Unidos, China, India y Japón.

La NASA, saltando de su programa Artemis, que busca llevar nuevamente astronautas a la luna para fines de esta década, está asegurando el envío de tecnología y ciencia anticipada para preparar este regreso.

El costo del primer contrato que la NASA firmó con Firefly es de 95 millones de euros por la misión y 40 millones adicionales para sus experimentos.

Aunque Hakamada no reveló el costo total de su misión, indicó que es inferior al presupuesto de su intento anterior, que superó los 95 millones de euros.

Además de las investigaciones científicas, el rover de ispace también transportará un curioso obsequio: una pequeña casa roja, diseñada por un artista sueco, que pretende ser un símbolo de esperanza y creatividad en estas nuevas fronteras.

Estas misiones subrayan la creciente participación del sector privado en la exploración espacial, donde empresas como SpaceX están impulsando la innovación y los precios más competitivos, haciendo posible el regreso a la luna y su eventual colonización.

Con estas iniciativas, tanto Japón como Estados Unidos se posicionan firmemente en la carrera por establecer una presencia sostenible en nuestro satélite natural, abriendo la puerta a futuros avances no solo en la ciencia, sino en la colaboración internacional en el espacio.