Un estudio innovador explora cómo reacciona el cerebro humano ante situaciones embarazosas mediante performances de karaoke.

Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Ámsterdam ha encontrado una forma inusual de examinar lo que ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos vergüenza al enrojecer, utilizando el karaoke como método.

La experiencia se llevó a cabo en un escáner de resonancia magnética, un entorno propenso a la introspección y la vulnerabilidad.

El estudio fue diseñado por Milica Nikolić, psicóloga del desarrollo, quien se enfrentó a un desafío: ¿cómo humillar suficientemente a los participantes mientras estaban solos en la oscuridad del escáner? La respuesta, como descubrieron, fue el karaoke.

Al hacer que los participantes cantaran canciones cuidadosamente elegidas para maximizar el rubor, los investigadores pudieron observar cómo reaccionaban sus cerebros en esos momentos críticos.

Los participantes eran principalmente mujeres y chicas de entre 16 y 20 años, un grupo conocido por su alta conciencia sobre la percepción ajena.

Las canciones elegidas incluyeron éxitos como "Hello" de Adele, "Let It Go" de Idina Menzel, "All I Want for Christmas is You" de Mariah Carey, y "All The Things She Said" de Tatu, lo que representó un desafío significativo a nivel vocal y emocional.

Durante el proceso, los investigadores mostraron a las participantes clips de sus propios desempeños, enfatizando intencionadamente los errores y dificultades.

Esto resultó en reacciones visibles de incomodidad, risas nerviosas y momentos de titubeo.

Según Nikolić, el propósito del estudio era probar dos teorías en conflicto sobre el rubor.

La primera, presentada por Charles Darwin en el siglo XIX, sugiere que ruborizamos al pensar en cómo nos perciben los demás, un proceso conocido como mentalización.

Sin embargo, la investigación reveló que el rubor es, de hecho, una reacción más simple y automática que no requiere de este tipo de reflexión.

Al observar sus propias actuaciones, las participantes experimentaron un aumento de temperatura en sus rostros, lo que confirmaba su ruborización.

Esta reacción no fue tan evidente cuando veían a otros, lo que sugiere que la autoobservación desencadena el rubor de manera más efectiva.

Además, el estudio identificó que el rubor está relacionado con la actividad del cerebelo, la parte del cerebro vinculada a la excitación emocional y la atención.

De este modo, los resultados sugieren que el rubor es una respuesta menos compleja de lo que se había pensado previamente.

La doctora Mary Lamia, psicóloga clínica en California, reafirma estas conclusiones, sugiriendo que el rubor no solo es un indicador emocional, sino que también puede mejorar nuestras interacciones sociales.

Investigaciones previas indican que las personas que se ruborizan son percibidas como más fiables, lo que les otorga una ventaja social significativa.

Nikolić pide a las personas que acepten su rubor en vez de avergonzarse de él, sugiriendo que "es una respuesta honesta y auténtica" al mundo social.

Al experimentar vergüenza, los individuos pueden ser más propensos a reconocer sus errores, lo que potencialmente les permite reparar y fortalecer las relaciones.

El estudio muestra que, aunque el rubor puede ser embarazoso, también sirve como un importante lenguaje no verbal que comunica emociones y arrepentimientos a los demás.