La decisión del gobierno de EE. UU. de cancelar una norma propuesta para proteger a las ballenas francas del Atlántico Norte genera preocupación entre los conservacionistas.

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La reciente decisión del gobierno de Estados Unidos de dejar sin efecto una norma propuesta para proteger a la ballena franca del Atlántico Norte ha generado un gran descontento entre los grupos de conservación.

Según Dr. Jessica Redfern, vicepresidenta asociada de ciencia de conservación marina en el Acuario de Nueva Inglaterra, "esta suspensión representa un gran retroceso en los esfuerzos por evitar la extinción de esta especie críticamente amenazada".

Este cetáceo se encuentra en una situación alarmante, con solo alrededor de 370 ejemplares vivos, de los cuales solo 70 son hembras reproductivas. A lo largo de los años, la población de la ballena franca ha disminuido drásticamente, principalmente por factores relacionados con las colisiones con barcos y la enredadera en equipos de pesca.

Este tipo de interacción ha llevado a que la esperanza de vida de estas ballenas, que normalmente puede llegar a los 100 años, se vea gravemente afectada, con muchas de ellas muriendo antes de alcanzar los 22 años, lo que es devastador para la especie.

La norma en cuestión había sido introducida por el Servicio Nacional de Pesquerías Marinas, la agencia federal estadounidense encargada de la gestión de la vida marina, con la esperanza de implementar restricciones de velocidad para los barcos en aguas de la costa este, donde se ha documentado un mayor número de colisiones con las ballenas.

Sin embargo, los funcionarios han argumentado que no es posible implementar estas medidas antes de la llegada de un nuevo gobierno.

Una de las preocupaciones expresadas por los conservacionistas es que la retirada de esta propuesta podría tener consecuencias fatales. La Dra. Redfern destacó que la norma hubiera permitido ampliar las áreas y la duración de las restricciones de velocidad, algo que sería vital ya que el calentamiento de los océanos está empujando a las ballenas a alejarlas de las zonas actualmente protegidas.

Además, las restricciones se iban a aplicar también a embarcaciones más pequeñas, que representan un peligro real, habiéndose registrado al menos cinco colisiones documentadas con barcos de menor tamaño.

Las restricciones de velocidad no solo debieran ser voluntarias, sino obligatorias, conforme a las investigaciones que demuestran la falta de cumplimiento de las zonas lentas propuestas de manera voluntaria por los navegantes.

Desde que se presentó la norma, al menos cuatro ballenas han muerto y cinco han sufrido heridas significativas por colisiones en aguas estadounidenses, lo que subraya la urgencia de la situación.

A pesar de la adversidad, Redfern enfatiza que no se debe perder la esperanza. Los datos científicos sugieren que, si se pueden reducir las muertes causadas por el ser humano, la ballena franca del Atlántico Norte tiene la capacidad de recuperarse, aunque es esencial que se tomen acciones significativas para abordar las principales amenazas: las colisiones con barcos y la enredadera en equipos de pesca.

La National Marine Fisheries Service, por su parte, recibió cerca de 90,000 comentarios del público sobre la propuesta de regla, lo que demuestra el interés de la comunidad en la conservación de esta especie.

Sin embargo, la complejidad del asunto ha dificultado la finalización de la norma antes del final de la administración de Biden. Grupos de conservación como el Acuario de Nueva Inglaterra continuarán trabajando con comunidades pesqueras y la industria marítima para encontrar soluciones que equilibren la protección del medio ambiente con las necesidades de estos sectores.

Esto es crucial para asegurar que tanto la ballena franca como las comunidades dependientes de la pesca y el transporte marítimo puedan coexistir de manera sostenible.