El cuidado adecuado del aceite del motor es fundamental para garantizar la durabilidad y el rendimiento del vehículo. Conocer cuándo y cómo cambiarlo puede evitar costosas reparaciones y mantener el auto en óptimas condiciones.

En el mundo automotor, el aceite cumple varias funciones indispensable. No solo lubrica las partes metálicas internas para reducir la fricción, sino que también previene el recalentamiento y ayuda a eliminar residuos y pequeñas partículas que se acumulan con el uso.
La calidad y el estado del aceite influyen directamente en el rendimiento del motor, por lo que su revisión periódica es una práctica recurrente recomendada por especialistas.
En países como Argentina, una de las consultas más frecuentes en las estaciones de servicio es: "¿Revisamos agua y aceite?" Esto refleja la importancia que los conductores le asignan al cuidado del motor.
La recomendación general es verificar el nivel de aceite con cierta regularidad, además de realizar cambios de acuerdo con las indicaciones del manual del vehículo.
Es importante destacar que no todos los aceites sirven para todos los autos, y escoger el adecuado puede marcar la diferencia.
fallas mecánicas costosas
El aceite en mal estado pierde sus propiedades lubricantes, aumenta el consumo de combustible y puede generar humo en el escape. Además, la protección de las piezas internas del motor se ve comprometida, lo que provoca mayor desgaste y, en algunos casos, fallas mecánicas costosas.
Por ello, conocer el tipo de aceite correcto, bien sea mineral, semi-sintético o sintético, y respetar los intervalos de cambio sugeridos es vital.
El aceite cumple una función crítica en la operación del motor, que genera altas temperaturas mediante explosiones internas. Mientras que el sistema de refrigeración se encarga de mantener el motor en una temperatura segura, el aceite lubricante reduce la fricción entre las distintas piezas en movimiento.
Sin una adecuada lubricación, piezas como pistones y bielas se desgastarían rápidamente, acortando la vida útil del motor.
El ciclo del aceite comienza en el cárter, donde se acumula y desde donde una bomba lo impulsa a través del motor. Pasa por un filtro que retiene impurezas y, posteriormente, vuelve al cárter en un proceso continuo. Con el uso, el aceite se degrada: cambia de color, se vuelve más delgado y pierde viscosidad, dejando de cumplir con su función protectora.
Existen varias categorías de aceites: mineral, semi-sintético y sintético. Los aceites minerales, derivados del petróleo, suelen ser más económicos, pero tienen menor resistencia a altas temperaturas y menos aditivos. Los semi-sintéticos combinan ese aceite con componentes de laboratorio, logrando un equilibrio entre desempeño y costo. Finalmente, los aceites sintéticos, diseñados con tecnología avanzada y una formulación 100% artificial, ofrecen la mejor protección, especialmente en autos de alto rendimiento y modelos recientes.
En cuanto a los intervalos de cambio, que varían según el tipo de aceite y las condiciones de uso, la recomendación general en la Argentina es reemplazar el aceite y su filtro aproximadamente cada 10.000 kilómetros o una vez al año, lo que ocurra primero. Sin embargo, en condiciones de uso urbano con arranques y frenadas frecuentes, el desgaste del aceite es mayor, por lo que puede ser necesario disminuir ese intervalo.
También es fundamental verificar siempre el nivel de aceite, ya que una cantidad insuficiente puede provocar graves daños mecánicos.
Mantener un nivel adecuado de aceite es tan importante como el cambio periódico. Se recomienda tener siempre un litro del mismo lubricante usado en el último cambio, y evitar adquirir aceite en bidones comunitarios sin verificar su calidad.
Respetar las indicaciones del manual del fabricante en cuanto a viscosidad y tipo de producto garantizará un funcionamiento eficiente.
Además de los cambios periódicos, existen algunas buenas prácticas para cuidar el motor: revisar frecuentemente el nivel de aceite, anotar el tipo y viscosidad para futuros recambios, y evitar utilizar aceite a granel sin control de calidad.
Estas acciones simples pueden evitar reparaciones costosas, prolongando la vida útil del motor y garantizando que el vehículo permanezca en condiciones óptimas durante muchos kilómetros.