El Fiat Mefistofele, una joya histórica del automovilismo, deslumbró en su centenario, destacándose por sus récords de velocidad y su singular historia.

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En su trayectoria de 125 años, Fiat ha cosechado numerosos logros tanto en el ámbito deportivo como tecnológico.

Sin embargo, pocos hitos son tan emblemáticos y perdurables como los dos récords de velocidad establecidos por el Fiat Mefistofele, una verdadera joya que se encuentra en el Centro Storico Fiat y que celebra su centenario.

El Fiat Mefistofele fue concebido en la década de 1920, una época marcada por innovaciones y desarrollos únicos que establecieron las bases de muchas marcas automotrices pioneras a nivel mundial.

Durante este período, tanto mecánicos apasionados como autodidactas talentosos se sentían inspirados por el dinamismo de la industria automotriz en Europa y especialmente en Estados Unidos.

La experiencia en la aviación y la mecánica militar adquirida durante la Primera Guerra Mundial también jugó un papel crucial, propiciando conocimientos avanzados que muchos de estos entusiastas utilizarían posteriormente para crear vehículos innovadores.

Un ejemplo representativo de este espíritu aventurero es Ernest Eldridge, un joven mecánico británico que, lejos de aspirar a fundar su propia marca de automóviles, se dedicó exclusivamente a alcanzar velocidades máximas.

Originario de una familia acomodada de Londres, Eldridge había servido como conductor de ambulancia durante la Primera Guerra Mundial, donde su interés por la velocidad y la mecánica se despertó.

En 1921, tras visitar desguaces y talleres para reunir piezas, Eldridge logró desafiar las normas de velocidad con la creación de un coche que montaba un motor de avión modificado de 240 CV. Su automóvil, que comenzó a tomar forma a partir de un Fiat SB4 de 1907, pronto haría historia.

En 1924, el Fiat Mefistofele logró alcanzar los 234,98 km/h, una marca que ningún otro vehículo de la época había superado.


Eldridge evidenció su talento técnico al modificar los cilindros de su motor y construir una carrocería resistente utilizando partes de un antiguo autobús londinense.

A partir de su potente sonido, fue apodado “Mefistofele”, en referencia al demonio de la tradición alemana y la célebre ópera de Arrigo Boito.

Hoy en día, el legendario automóvil se encuentra en el Centro Storico Fiat en Turín.

Sin embargo, no fue el único competidor en la búsqueda de la velocidad extrema.

Delage, una reconocida marca de vehículos de competición, también estaba en la contienda, liderada por el hábil piloto René Thomas, quien deseaba establecer un nuevo récord mundial de velocidad.

El 5 de julio de 1924, se llevó a cabo una emocionante competencia en la Route Nationale 20, cerca de Arpajon, Francia.

A pesar de las objeciones de Delage sobre la falta de marcha atrás en el Mefistofele, Eldridge se mantuvo firme y logró primero establecer un récord de 230,55 km/h, aunque fue superado brevemente al día siguiente por el Delage V12. No obstante, Eldridge hizo las modificaciones necesarias y, solo días después, volvería a batir su propio récord, alcanzando los 234,98 km/h.

Este último logro sigue en pie hasta el día de hoy, ya que las regulaciones de seguridad llevaron a la discontinuación de los registros de velocidad en carreteras abiertas.

Con el paso del tiempo, las competiciones se trasladaron a circuitos, dejando la hazaña del Fiat Mefistofele como un capítulo memorable en la historia del automovilismo.

Su legado perdura en el Museo histórico de Fiat en Turín, y el récord establecido por Eldridge sigue siendo un referente en el mundo de la velocidad.