Emiliano Diez, un técnico mecánico, transforma su pasión en realidad al construir autitos a pedal en su taller en Longchamps, Buenos Aires. Un proyecto que comenzó como un regalo para su hijo se ha convertido en una próspera empresa familiar.

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Desde que era un niño, Emiliano Diez ideaba formas de jugar a ser un conductor.

Usaba un ladrillo como asiento, un palo como volante y una polea de bomba para simular el manejo.

Esta imaginación infantil lo llevó a crear un nuevo concepto de juego: autitos a pedal elaborados de manera artesanal.

Hoy, Emiliano, su esposa Macarena y sus hijos se encuentran en el corazón de un proyecto llamado Piquiritos.

Este emprendimiento comenzó de forma muy personal: "Todo surgió como un regalo para mi hijo Valentín", recuerda Emiliano, quien dedicó su pasión y habilidades como técnico mecánico a diseñar y construir estos vehículos para niños de entre 3 y 7 años.

Situado en Longchamps, en el sur del Gran Buenos Aires, el taller de Emiliano ha crecido desde que comenzó en 2018. Aunque podría haberse enfocado en construir un espacio de ocio, él decidió dedicar su tiempo y esfuerzo a estas miniaturas.

La primera unidad, inspirada en un Ford 32 Roadster, salió a la luz en agosto de 2020 y, desde entonces, ha producido alrededor de 200 unidades.

La historia de Piquiritos no solo es un testimonio del talento de Emiliano, sino también de su capacidad para reinventarse.

Después de trabajar durante 18 años en una empresa multinacional en el área de mantenimiento, confió en su instinto y decidió dejar su trabajo para dedicarse por completo a su pasión.

"Si a los niños les gusta, pienso que esto puede ser un negocio". Su determinación le ha permitido sostener su emprendimiento durante cuatro años.

El proceso de producción es completamente artesanal.

Emiliano se inicia con el diseño del chasis, seguido de la creación manual de la carrocería, un proceso que requiere habilidad y creatividad.

La pintura y el ensamblaje final también son realizados por él.

La dificultad mayor es conseguir que el diseño sea armónico y se ajuste a las proporciones adecuadas para los pequeños pilotos.

En un mundo saturado de pantallas, Emiliano busca ofrecer a los niños una experiencia de juego activa, donde pueden interactuar con sus autitos, estacionarlos, y crear escenas de aventuras.

La respuesta del público ha sido abrumadora; muchos se sorprenden al enterarse de que estos vehículos son fabricados en su casa, lo que añade un valor sentimental a cada pieza producida.

Además de los modelos básicos, Emiliano ha recibido pedidos especiales, como versiones con tráiler o en colores personalizados para coincidir con autos clásicos.

Cada autito es un reflejo de la pasión y dedicación de Emiliano, quien se asegura de que cada detalle sea perfecto.

Él cree que muchos padres compran estos autitos no solo por el amor a sus hijos, sino también por el deseo de tener una pieza única, reminiscente de su propia infancia.

Su hijo Valentín y su hija Guadalupe son los probadores ideales para estos vehículos, convirtiendo el trabajo en algo aún más significativo.

Hoy en día, la experiencia de crear y compartir con sus hijos ha transformado lo que era un simple proyecto en un verdadero estilo de vida.

Emiliano Diez no solo construye autitos a pedal, sino que también crea recuerdos, ilusiones y sonrisas que perdurarán para siempre.