La seguridad ciudadana se ha convertido en un tema crucial en la campaña electoral en Nueva Zelanda, donde los robos con violencia se han disparado en los últimos meses.

El primer ministro de Nueva Zelanda, Chris Hipkins, se enfrenta a una semana complicada mientras lucha por su supervivencia política.

A raíz de las críticas que ha recibido su gobierno por no tomar en serio el problema de la delincuencia, Hipkins lanzó un paquete electoral centrado en la prevención, protección y rendición de cuentas.

Sin embargo, el momento no pudo haber sido peor.

Poco después, se produjo un tiroteo mortal en el centro de Auckland, a manos de un hombre de 24 años que estaba bajo arresto domiciliario con una pulsera de monitoreo electrónico.

Tres días más tarde, la ministra de justicia del país fue arrestada por conducir en estado de ebriedad y chocar su automóvil en Wellington.

Toda posibilidad de hacer campaña política se desvaneció rápidamente.

'Comenzar con un tiroteo y luego que la ministra de justicia sea arrestada, eso fue como hacer campaña electoral con un emoji de grito.

Fue horrible y realmente mala suerte para Chris Hipkins', comentó la analista política y ex candidata del Partido Laborista, Josie Pagani.

El crimen se ha convertido en el tema central de la campaña para las elecciones generales del 14 de octubre.

Si bien el costo de vida y la inflación son importantes para los votantes, el crimen ha surgido como una preocupación destacada después del aumento en robos y asaltos de vehículos.

En los últimos meses, se han reportado cientos de robos en Nueva Zelanda, donde los grupos de jóvenes han adoptado la técnica de robo conocida como 'ram raid'. Tan solo en los primeros seis meses de este año se registraron 388 casos, lo que representa un promedio de al menos dos robos al día.

Las tiendas minoristas, las lecherías y las estaciones de servicio han sido víctimas de estos robos violentos, que a menudo son grabados por los delincuentes y luego publicados en línea.

Esta tendencia ha generado preocupación por la posibilidad de imitaciones y la glorificación del delito, lo que ha llevado a los propietarios de tiendas a temer por su seguridad y la de sus empleados.