La delegación australiana ha tenido un inicio excepcional en los Juegos Olímpicos, alcanzando una destacada cantidad de medallas de oro y uniendo a la nación en torno a este evento.
Los participantes y apoyo en eventos deportivos suelen estar marcados por muchas supersticiones, una de ellas es no cantar victoria antes de tiempo.
Sin embargo, es difícil no levantar los brazos al cielo parisiense y gritar de alegría.
Con los primeros ocho días de competición ya decididos, Australia ha tenido su inicio más exitoso en unos Juegos Olímpicos de Verano, acumulando un asombroso total de 12 medallas de oro, acompañadas por ocho de plata y siete de bronce.
Este desempeño sobresaliente ha llevado a que las calles de la nación se mantengan tranquilas, mientras los hogares brillan con la cobertura olímpica, donde los australianos se unen para alentar en silencio o para vitorear ruidosamente a sus atletas.
Los Juegos Olímpicos son, sin duda, una auténtica experiencia de unión nacional.
También revelan un lado más amable del nacionalismo y parecen sacar a relucir lo mejor de nosotros, generando una buena voluntad que a veces puede ser ausente cuando los australianos compiten en otros escenarios deportivos internacionales.
A nivel internacional, la imagen que proyectamos es la que nos gusta pensar de nosotros mismos: jóvenes, talentosos, amigables y de mente abierta.
Los Juegos también ofrecen una visión de cómo las personas pueden convivir en paz.
Australia ha estado presente en los Juegos Olímpicos modernos desde su inicio en 1896, y con el paso del tiempo, la nación ha ejemplificado muchos de los objetivos iniciales de los Juegos.
El fundador de los Juegos Olímpicos modernos, el francés Pierre de Coubertin, imaginó estos eventos como algo amateur, una glorificación de la juventud y en servicio de la armonía global.
De hecho, se le atribuye la famosa frase: "Lo importante en la vida no es el triunfo, sino la lucha; lo esencial no es haber conquistado, sino haber luchado bien."
Sus sabias palabras guiaron los Juegos a través de guerras y crisis, aunque suele olvidarse que el barón excluyó a las mujeres de la competición en Atenas 1896, argumentando que "una Olimpiada con mujeres sería impráctica, poco interesante, inestética y poco apropiada".
Avanzando hacia 2024, París refleja los masivos cambios sociales que han tenido lugar en gran parte del planeta.
Por primera vez, los Juegos Olímpicos presentan una representación equitativa de género, lo que marca un hito en la historia del evento.
Esta nueva inclusión es emblemática de un mundo que sigue evolucionando hacia una mayor igualdad y diversidad, y que celebra tanto la capacidad atlética como la dignidad de todos los participantes, independientemente de su género.
La actuación de Australia y la atmósfera que rodea a los Juegos proponen un futuro esperanzador, donde, quizás, el verdadero triunfo radique en la celebración conjunta del deporte y la humanidad.