Reflexionamos sobre el legado de Jimmy Carter, presidente número 39 de EE.UU., en su funeral, contrastándolo con la figura de Donald Trump.

El pasado jueves, el ex presidente Jimmy Carter recibió un adiós acorde a su legado, manteniendo una distancia significativa de sus predecesores en su funeral, donde se rindió homenaje a su vida y contribuciones.

A lo largo de su mandato y especialmente en los años posteriores, Carter se consolidó como una figura de integridad y altruismo, una distinción que él mismo reconoció durante una conversación en 2010, cuando se comparó con otros presidentes y admitió sentir una cierta ‘superioridad’ ante quienes le precedieron debido a su destacada labor posterior a la presidencia.

En este contexto, lo que se vivió en Washington fue un contraste extraordinario: un ex presidente fallecido, admirado por su dedicación, y otro, Donald Trump, cuya imagen pública está marcada por escándalos y controversias.

Mientras el venerado Carter ascendía a la eternidad, Trump regresaba a la atención mediática en medio de acusaciones penales, revelando dos trayectorias morales diametralmente opuestas.

Carter, en su funeral en la Catedral Nacional, fue elogiado por su incansable trabajo en la erradicación de enfermedades y su defensa por los derechos humanos a nivel mundial.

Por otro lado, Trump se encontraba sumido en una narrativa divisoria, buscando culpables entre los inmigrantes mientras abogaba por un cierre total de la frontera, una táctica que refleja su visión polarizadora de la política.

A los 100 años, Carter fue reconocido no solo por su esfuerzo en la salud global, sino también por su longeva y fiel relación con su esposa, Rosalynn, con quien estuvo casado durante 77 años.

En contraposición, Trump enfrentaba las consecuencias de su propia disfuncionalidad familiar, siendo investigado y criticado por su infidelidad y las manipulaciones legales que desarrolló para ocultarla.

El compromiso de Carter con la sostenibilidad y su capacidad de anticiparse a los problemas ambientales fueron también destacados en su homenaje.

Mientras él alertaba sobre el cambio climático, Trump, con su famoso lema ‘Perfora, bebé, perfora’, se aferraba a prácticas obsoletas que han caracterizado a su gobierno.

Estos dos enfoques ilustran la clara división entre un liderazgo orientado hacia el bien común y otro centrado en intereses personales.

Además, la fe fue un punto donde ambos expresaron su visión del mundo de manera divergente.

Carter fue un hombre profundamente religioso, conocido por su amor a enseñar y compartir su espiritualidad, especialmente en su comunidad en Plains, Georgia.

En cambio, la relación de Trump con la fe ha sido criticada como una mera herramienta de marketing, donde busca beneficios personales a través de vínculos religiosos.

Presidieron la ceremonia figuras como el actual presidente Joe Biden, quien recordó la ‘característica, característica, característica’ de Carter en su elogio, subrayando la necesidad de integridad en el liderazgo.

Sin embargo, Biden mismo es un reflejo de la complejidad y las imperfecciones de los hombres en el poder, enfrentando sus propias luchas con la vejez y la salud.

Jimmy Carter dejó una huella imborrable en la historia, una que contrasta fuertemente con la de su sucesor inmediato, reflejando no solo diferencias en políticas, sino también en principios morales y éticos que guían su forma de ejercer el poder.