Un análisis sobre los efectos devastadores del reciente conflicto en Gaza y las pérdidas sufridas por diversos actores involucrados.
El conflicto en Gaza ha dejado tras de sí un rastro de destrucción y una profunda crisis humanitaria.
En este escenario, es evidente que en la guerra no hay verdaderos ganadores, y el último capítulo de esta trágica narración en Gaza así lo demuestra.
Hamas, el grupo islamista que ha ejercido control sobre la Franja de Gaza, ha sufrido un golpe devastador tras llevar a cabo un ataque desafortunado y brutal contra Israel.
Aunque algunos de sus defensores intenten presentarlos como valientes luchadores, sus acciones durante el reciente conflicto han sido más que reprochables.
En un acto de barbarie, atacaron a hombres y mujeres desarmados durante un festival de música y, además, perpetraron el asesinato de niños inocentes, secuestrando a otros para someterlos a sufrimientos prolongados en túneles subterráneos.
Estas acciones han desprestigiado cualquier reclamo de honor que pudieran hacer.
La muerte de Yahya Sinwar, uno de los arquitectos del ataque, solo en un sofá rodeado de ruinas, parece ser un reflejo adecuado de su legado devastador.
La respuesta de Israel a estos ataques parecía inevitable: un golpe contundente en represalia por la brutalidad de Hamas.
Sin embargo, esta respuesta ha tenido un costo alto en términos de reputación internacional para el país.
La comunidad global, aunque generalmente apoya el derecho de Israel a defenderse, se mostró preocupada por la forma en que se llevaron a cabo las acciones contra Hamas.
Durante años, Hamas ha estado involucrado en crímenes de guerra, utilizando a la población civil como escudo humano mediante la construcción de una vasta red de túneles en medio de áreas densamente pobladas.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, prometió la destrucción total de Hamas.
Sin embargo, esta misión se ha mostrado casi imposible, lo que ha influido en la conducta de las operaciones militares en Gaza.
La confusión entre los objetivos y el entendimiento de lo que debe considerarse como proporcionalidad ha distorsionado la percepción internacional sobre el conflicto.
Muchos observadores sostienen que Israel ha alcanzado la mayoría de sus metas militares, pero la devastación infligida a la población civil no parece justificada.
Estados Unidos también se ha visto arrastrado a la derrota debido a este conflicto.
Hamas, que ha muerto y secuestrado a ciudadanos estadounidenses, también ha declarado la guerra a Estados Unidos.
A pesar de ser el incondicional aliado de Israel, la prolongación del conflicto y la falta de una intervención más firme han vinculado a la administración de Biden cada vez más a la devastación sufrida por Gaza.
Por otro lado, la llamada Axial de Resistencia, una coalición de milicias y organizaciones políticas apoyadas por Irán en la región, también ha sido desacreditada y desenmascarada como un tigre de papel.
En el norte, Israel emprendió una campaña aérea sostenida con el objetivo de debilitar a Hezbollah, y este último se vio obligado a buscar un cese al fuego en términos adoptados por Israel en lugar de sus propios términos.
Como resultado, en Beirut, se ha impuesto un nuevo presidente y primer ministro que no responden a Hezbollah, haciéndolos parecer más débiles y con problemas internos de seguridad.
En resumen, los ecos de la guerra en Gaza resuenan más allá de sus fronteras.
Los costos humanos y políticos son insostenibles y reflejan una realidad en la que todos los actores involucrados han sufrido pérdidas significativas, dejando a la población civil en el centro de la tragedia.