En un contexto global marcado por la anti-incumbencia, las elecciones de 2024 han reflejado un rechazo generalizado a los líderes en el poder.
El año 2024 ha sido designado como el año de la democracia, ya que más de la mitad de la población mundial, en un total de 72 países, tuvo la oportunidad de ejercer su derecho al voto.
Sin embargo, este año también ha sido testigo del fenómeno conocido como la anti-incumbencia.
Las elecciones se han convertido en declaraciones de protesta.
Los presidentes y primeros ministros que se encontraban en el poder han sufrido un notable rechazo por parte de los votantes, avanzando hacia una tendencia en la que muchos han sido expulsados de sus cargos o obligados a compartir el poder.
En este sentido, la política mundial ha tomado un giro interesante.
En Estados Unidos, la democracia más poderosa del mundo, se ha presenciado un hecho poco común: una sucesión de presidentes que solo han cumplido un mandato.
Esto se produce tras una larga época en la que aquellos en el cargo solían ser reelegidos.
Por otro lado, en India, el primer ministro Narendra Modi, considerado un líder fuerte, no logró conseguir su tercera victoria consecutiva, algo que muchos expertos habían anticipado.
En cambio, su partido nacionalista hindú, el BJP, tuvo que entrar en una coalición.
Mientras tanto, en Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano, que ha dominado la política en el país desde el fin del apartheid, ha perdido su mayoría parlamentaria tras 30 años.
Esto pone en tela de juicio las supuestas ventajas que proporciona estar en el poder.
Resulta curioso notar que en cada nación desarrollada que ha celebrado elecciones recientemente, el partido gobernante ha perdido terreno.
El periodista de datos John Burn-Murdoch de The Financial Times ha señalado que por primera vez en casi 120 años de registros, ha ocurrido esto, lo que convierte a 2024 en el entorno más hostil para los partidos incumbentes en la historia.
Este es un motivo de preocupación para el gobierno de Albanese en Australia, que defiende una escasa mayoría de solo tres escaños.
La situación en el Reino Unido ha servido como un estudio de caso peculiar.
El Partido Conservador fue destituido del poder tras 14 años, y el Partido Laborista ganó una abrumadora mayoría de 174 escaños.
Sin embargo, esta victoria no fue del todo celebrada, ya que Laborista obtuvo una cifra de votos históricamente baja del 33.8%. Esto condujo a un gobierno muy poco popular, que rápidamente se enfrentó a la misma actitud de anti-incumbencia que lo había llevado al poder.
Solo cuatro meses después de que Keir Starmer asumiera como Primer Ministro, alrededor de 3 millones de británicos firmaron una petición en línea pidiendo nuevas elecciones.
Definir el papel de líder de la oposición como más simple que el de jefe de gobierno ha sido un recordatorio de la dificultad de mantener el poder en tiempos tan críticos.
La atmósfera opositora se ha intensificado, volviendo la política más confrontativa en todo el mundo.
No se puede considerar que esto sea un fenómeno exclusivo de 2024. Desde el inicio de la pandemia de COVID en 2020, 40 de las 54 elecciones que han tenido lugar en países occidentales han llevado a la destitución de los incumbentes.
Según el académico de Harvard Steven Levitsky, que coescribió el influyente libro 'Cómo mueren las democracias', esta no es una coincidencia histórica.
El COVID alteró las cadenas de suministro globales, provocó inflación y puso fin a la era de dinero barato.
La famosa frase de Clinton "Es la economía, estúpido" puede necesitar un ajuste en su aplicación contemporánea: "Es la inflación, estúpido". Sin embargo, 2024 también ha tenido su cuota de ataques a ideales democráticos, desde la imposición de la ley marcial en Corea del Sur, hasta la reciente idoneidad de las elecciones en Rumanía, que se interrumpieron por la intervención de actores poco democráticos, como lo son los intereses rusos.
A pesar de las elecciones que se llevaron a cabo sin incidentes notorios, la vulnerabilidad de las democracias sigue siendo ungida por desafíos internos y externos.
Los líderes enfrentan un panorama complejo, y los votantes parecen estar en un estado de constante rebeldía, lo que será decisivo para la política global en los años venideros.