Una mirada al interés que genera en Pekín las elecciones presidenciales de Estados Unidos y las posibles implicaciones internacionales.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos siempre capturan el interés mundial, y el próximo 5 de noviembre no será la excepción.

En esta ocasión, tanto Kamala Harris como Donald Trump se perfilan como posibles ocupantes de la Casa Blanca, lo que tiene profundas implicaciones para la estabilidad global.

El régimen del Partido Comunista Chino observa con atención cómo se desarrollan los acontecimientos, ya que la decisión de los votantes estadounidenses no solo determinará la dirección política de EE. UU., sino que también influirá en la relación con China y sus ambiciones expansivas bajo el liderazgo de Xi Jinping.

A medida que se acerca el día de la elección, se destaca un consenso entre académicos chinos de que Pekín no tiene preferencia clara por ninguno de los candidatos.

Se considera que tanto Harris como Trump continuarán la política que desafía a China como el principal competidor estratégico de Estados Unidos en el orden internacional liberal que este último ha liderado desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

El profesor Wu Xinbo, decano del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Fudan en Shanghái, afirmó que "no esperaremos grandes diferencias en la administración de Harris y en una posible segunda administración de Trump". Este análisis es significativo, dado que el Partido Comunista Chino ha caracterizado a EE. UU. como el mayor obstáculo para sus aspiraciones globales.

Zhao Minghao, otro académico de Fudan, utilizó una metáfora que ha resonado en los medios occidentales al describir a los dos candidatos como "dos tazas de veneno para Pekín". Esta expresión subraya la dificultad que enfrenta China independientemente de quién asuma la presidencia estadounidense.

En este contexto, es interesante recordar que esta es la primera vez desde la administración de Richard Nixon en los años 70 que las relaciones entre EE. UU. y China han alcanzado niveles tan bajos, en gran parte debido a las tensiones comerciales y políticas recientes.

Hasta ahora, la campaña presidencial ha estado dominada por cuestiones domésticas como el costo de vida, los derechos de la comunidad LGBT y el aborto, eclipsando el debate sobre la política exterior.

Sin embargo, la inestabilidad en Gaza y la invasión rusa de Ucrania han puesto de relieve la importancia de la política exterior en el discurso electoral, dejando la relación con China en un segundo plano.

Independientemente del resultado electoral, queda evidente que el liderazgo estadounidense tendrá un impacto significativo en la proyección de poder de China en la arena internacional.

Las decisiones que se tomen en la Casa Blanca influirán no solo en el futuro de EE. UU. y su papel en el mundo, sino también en las estrategias chinas en su búsqueda de mayor influencia global.

En este sentido, tanto líderes políticos como analistas en Beijing están alineados en que el estatus quo en la política hacia China probablemente persistirá.

La atención mundial estará centrada en Estados Unidos, pero el verdadero desafío radica en cómo el próximo presidente enfrentará la competencia estratégica con un China cada vez más asertiva.