El deseo de viajar y los altos costos de crianza llevan a los jóvenes chinos a rechazar la paternidad.

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En Singapur, Jiang Yi, una joven de 27 años que trabaja en una oficina en Pekín, ha tomado una decisión personal que refleja un fenómeno creciente entre su generación en China: no desea tener hijos.

Su rutina diaria la lleva a ahorrar con un único propósito: recorrer el mundo y descubrir nuevos destinos.

Para ella, la llegada de un hijo significaría limitar su libertad de explorar.

"Tener un hijo restringe mi capacidad de viajar.

A no ser que encuentre a un hombre muy rico, lo que no parece probable", comenta Yi, quien también trabaja como modelo a tiempo parcial.

La historia de Jiang Yi no es única.

Muchos jóvenes profesionales en China sienten la presión de las expectativas sociales y económicas que rodean la maternidad y la paternidad.

A medida que el costo de criar un niño se eleva, la idea de formar una familia se convierte en un lujo casi inalcanzable.

"Mis ingresos rondan los 1,000 euros al mes, incluyendo un poco extra por mis trabajos de modelaje.

Tengo una casa, no un coche y algunos ahorros, pero sinceramente, no es suficiente para criar a un hijo", añade Yi.

Esta preferencia por evitar la paternidad se ha visto acompañada por un temor real sobre la situación económica.

En China, la crianza de los niños implica gastos significativos en educación, atención médica y otros aspectos básicos que pueden ser abrumadores.

Las iniciativas del gobierno, que han incluido políticas para fomentar los nacimientos, han tenido poco impacto en la decisión de los jóvenes, quienes sienten que no hay incentivos suficientes para asumir esta responsabilidad en un entorno económico cada vez más incierto.


La respuesta del Partido Comunista Chino ante esta crisis ha sido la relajación de las restricciónes en torno a la natalidad.

Sin embargo, la tendencia es preocupante: a pesar del alivio de las políticas de control de natalidad, la tasa de natalidad ha seguido cayendo.

En 2023, el país reportó una disminución de 2 millones de personas en su población, alcanzando un total de 1.409 millones.

Este fenómeno no solo plantea desafíos a corto plazo, sino que también insinúa una crisis demográfica a largo plazo, con una población cada vez más envejecida y menos jóvenes para mantener el crecimiento económico.

La percepción de formar una familia y ser padre o madre ha cambiado drásticamente en este contexto.

La generación de mujeres que crecieron bajo la estricta política del hijo único ahora se encuentra enfrentando una realidad en la que el deseo de ser madres se ve opacado por la búsqueda de oportunidades personales y la realización profesional.

Las preocupaciones económicas y la búsqueda de la libertad personal superan a la tradicional concepción de la paternidad.

Históricamente, el mundo ha sido testigo de cambios significativos en las tasas de natalidad en diferentes regiones, pero pocos con la rapidez y el impacto de estos tiempos que vive China.

Ajustes en la política, los valores culturales y la economía global definirán el futuro demográfico del país.

Mientras tanto, como Jiang Yi, muchos jóvenes continúan eligiendo el viaje y la autoconstrucción en lugar de la crianza.