Amy La Porte, periodista australiano-estadounidense, enfrenta un complicado camino hacia la maternidad en medio de la inestabilidad del acceso al aborto en Estados Unidos.
A las 23:27 de un miércoles, en mi hogar en Vancouver, Washington, me volví hacia mi pareja y le expresé, de forma dramática pero no infundada: "Podría estar enfrentando mi propia muerte prematura". Tras años de reportar y producir noticias para importantes organizaciones de medios en Australia y Estados Unidos, me di cuenta de que, en este particular escenario, me había convertido yo misma en la noticia.
Amy La Porte, periodista australiana-estadounidense, se encuentra en medio de una encrucijada personal en su deseo de ser madre.
La próxima semana, está programada para someterse a una cirugía electiva destinada a eliminar el tejido cicatricial en su cérvix y útero, un procedimiento considerado necesario para avanzar en su sueño de tener un hijo.
Tras la cirugía, La Porte iniciará un tratamiento mensual de píldoras y inyecciones de fertilidad, con el anhelo de concebir.
Sin embargo, su lucha es compleja, ya que también está considerando su propio método para interrumpir un embarazo no deseado.
Esta dualidad podría convertirse en una cuestión de vida o muerte.
Con 38 años, La Porte se encuentra entre las crecientes cifras de mujeres trabajadoras que postergan la maternidad.
Con una alarmante tasa de embarazos que culminan en abortos espontáneos, y dado que su situación se clasifica como un "embarazo geriátrico", sus posibilidades de enfrentar complicaciones son mayores.
A la carga emocional de un posible aborto espontáneo se suma el temor a aquellas situaciones en las que se presenta un aborto incompleto, un estado peligroso que requiere intervención médica urgente.
No importa la edad; todas las mujeres corren riesgos tales como la preeclampsia, embarazos ectópicos o la ruptura de trompas de Falopio.
En diversos momentos de su vida reproductiva, se pueden ver obligadas a depender de la atención médica para salvar sus vidas a través de abortos legales.
Sin embargo, bajo la presidencia de Donald Trump, se ha creado una zona gris legal en torno a este procedimiento crucial.
La reciente revocación del fallo Roe v.
Wade por parte de la Corte Suprema de EE.UU. ha dejado a muchas mujeres sin acceso garantizado a un aborto seguro, y la toma de decisiones ha recaído en manos de estados conservadores, 14 de los cuales han criminalizado el procedimiento.
La historia de Josseli Barnica en Texas ilustra esta trágica realidad: tras un aborto espontáneo, pudo haber sobrevivido, pero los médicos se negaron a ayudarla debido a la necesidad de preservar el corazón de un feto que ya no tenía esperanzas de vida.
Situaciones similares han llevado a muchas mujeres a actuar con precaución; algunas incluso están almacenando medicamentos abortivos como una posible medida de salvaguarda.
Como si no fuera suficiente la angustia de algunas experiencias traumáticas, otras mujeres, como Avery Davis Bell en Georgia, han padecido la agonía de esperar 24 horas para recibir la atención médica que salva vidas, aumentando su sufrimiento antes de poder acceder a una intervención necesaria.
Este clima de incertidumbre está llevando a mujeres en todo el país a tomar medidas desesperadas en un intento por preservar su salud y seguridad.
La lucha por los derechos reproductivos en Estados Unidos ha sido un tema candente durante décadas, y a medida que las leyes se vuelven más restrictivas, el futuro de muchas mujeres que aspiran a ser madres se vuelve más incierto.
El testimonio de La Porte es un reflejo del sufrimiento y los dilemas morales que enfrentan muchas en medio de esta narrativa compleja.