Análisis reciente sitúa a Wyoming en la cima de la generosidad entre los estados, con Utah destacando en voluntariado; el informe ofrece una lectura compleja sobre la relación entre ingresos y donaciones.
A diferencia de lo que podría sugerir la riqueza absoluta de ciertos estados, la clasificación no se limita a la cantidad de dinero donado, sino a un conjunto de indicadores que buscan capturar el compromiso de la población con la ayuda a otros.
Entre los hallazgos destacan dos ideas centrales: primero, que la mayor prosperidad no garantiza automáticamente un mayor nivel de generosidad; segundo, que hay matices sustanciales entre ahorrar y donar, entre donar dinero y donar tiempo, y entre la capacidad de organizar recursos para quienes más lo necesitan.
En la lista, Wyoming ocupa la cima, no solo por el monto relativo de dinero donado respecto a su ingreso, sino también por su relativa intensidad en el voluntariado: la población aporta una cantidad considerable de horas al año dedicadas a causas cívicas y de caridad.
En términos porcentuales, unos 34% de los habitantes de Wyoming participa en actividades de voluntariado, y el promedio de horas voluntarias anuales se sitúa entre las cinco cifras más altas del país.
Además, Wyoming destaca por otra métrica clave: la proporción de ingresos que sus residentes destinan a la caridad. El informe indica que aproximadamente el 4% de su ingreso bruto ajustado se canaliza hacia donaciones y actividades de beneficencia, una cifra que, tomada de forma aislada, puede parecer modesta, pero que al combinarse con la participación comunitaria y la presencia de iniciativas de recaudación, se traduce en un ecosistema de ayuda relativamente robusto.
También se señala que más del 40% de la población participa en trabajos de recaudación o venta de artículos para donar esas ganancias a causas solidarias.
En materia de infraestructura social, Wyoming ostenta, según WalletHub, una de las mayores proporciones de bancos de alimentos por habitante y una alta proporción de personas sin hogar alojadas en refugios.
Los autores del análisis, como Chip Lupo, señalan que la generosidad no se reduce a cuánto dinero entra en las arcas, sino a cuánto de la población está involucrada y a qué porcentaje de su ingreso están dispuestos a dedicar a ayudar a otros.
En este sentido, insisten en que el peso de la #filantropía depende tanto de la capacidad económica como de la voluntad comunitaria. En paralelo, Utah figura como el estado líder en voluntariado, con una tasa de participación de aproximadamente 47% y un promedio de alrededor de 46 horas al año dedicadas al trabajo voluntario.
En este estado, más del 68% de los residentes afirma haber ayudado a amigos o vecinos, ya sea cuidando niños, cuidando casas o prestando herramientas.
En términos de aporte económico, Utah aparece en segundo lugar en el porcentaje de ingreso donado, con cifras cercanas al 3,5%, solo superado por Wyoming.
Otro eje relevante del informe es la distinción entre donar dinero y apoyar de otras formas. Expertos citados señalan que, en ocasiones, familias con ingresos más altos pueden donar menos en porcentaje si sus recursos están invertidos en gastos de vida o en educación, mientras que comunidades con ingresos medios o bajos pueden mostrar una mayor relación de donación como porcentaje de su capacidad, porque el acto de dar se integra en redes de solidaridad que se sostienen a partir de pequeños gestos y esfuerzos coordinados.
El análisis subraya que las decisiones de gasto público y la inflación pueden erosionar la liquidez disponible para donaciones monetarias
En ese tono, el análisis subraya que las decisiones de gasto público y la inflación pueden erosionar la liquidez disponible para donaciones monetarias, pero no necesariamente la disposición a colaborar con el tiempo y con redes de apoyo comunitario.
(supuestamente)
Más allá de Wyoming y Utah, el informe también señala que otros #estados con ingresos más elevados no ocupan las posiciones más altas en la lista de caridad.
California, por ejemplo, aparece en una franja media o baja en varios de los indicadores, a pesar de ser uno de los motores económicos del país; mientras tanto, estados como Vermont y Minnesota muestran puntuaciones altas en #voluntariado respecto a su tamaño demográfico, y Alaska, Delaware o Nebraska figuran entre las regiones con mayores proporciones de donaciones relativas al ingreso.
Estos contrastes abren un debate sobre la compleja relación entre riqueza, cultura cívica y la capacidad institucional para canalizar recursos hacia fines sociales.
La lectura general que propone #WalletHub es que la generosidad no se mide únicamente por la cantidad de dinero que se dona, sino por la combinación de participación, impacto comunitario y la manera en que las comunidades organizan la ayuda.
En ese marco, algunos analistas señalan que la filantropía de base —voluntariado, apoyo entre vecinos y actividades de recaudación local— puede ser incluso más determinante para la resiliencia social que las cifras absolutas de donaciones monetarias.
(presuntamente) Esta visión sugiere que, cuando las personas trabajan juntas y se implican a nivel local, las redes de apoyo pueden fortalecerse incluso ante escenarios de inflación o recortes presupuestarios.
En lo práctico, para quienes siguen de cerca estos temas, la lectura recomendada es observar la variedad de indicadores y preguntar qué significan para las comunidades: ¿se traduce la riqueza en ayuda real para quienes más lo necesitan? ¿Qué papel juegan el tiempo y las redes de apoyo en la construcción de una #sociedad más solidaria? En definitiva, el balance entre dinero, tiempo y organización comunitaria parece ser la clave para entender la filantropía en el siglo XXI, más allá de las cifras brutas y de los titulares sobre riqueza y donaciones.
(Nota sobre divisas) Aunque el informe describe donaciones en porcentaje y horas de voluntariado, para quien necesite un marco de referencia en euros, a la tasa de cambio actual (aproximadamente 1 USD ≈ 0,92 EUR), estas métricas se traducen en una lectura aproximada que varía según los ingresos de cada hogar y las estructuras de coste de vida.
Supuestamente, la conversión exacta dependería del ingreso medio de cada estado y de la inflación vigente, por lo que no existe una cifra única aplicable a todo el país.
