A pesar de dar lo mejor de sí, el velocista estadounidense Noah Lyles se vio afectado por el Covid-19 y terminó con una medalla de bronce en la final masculina de los 200 metros.

La edición de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 fue recordada por la influencia de la pandemia de Covid-19, que obligó a los atletas a adaptarse a protocolos estrictos y a celebrar los triunfos de forma distante.

Ahora, en los Juegos Olímpicos de París 2024, el evento también está marcado por la salud pública, pero de una manera diferente.

La final masculina de los 200 metros llanos estuvo marcada por la sorprendente incapacidad de uno de sus competidores más destacados, el estadounidense Noah Lyles, quien llegó a la competición en un estado crítico debido a un contagio de Covid-19.

Lyles, que había obtenido previamente la medalla de oro en la prueba de 100 metros, tenía la vista puesta en repetir su éxito en el doble hectómetro.

Sin embargo, 48 horas antes de la carrera principal, fue diagnosticado con Covid-19, un hecho que podría haber hecho que muchos deportistas se retiran, pero no así el velocista.

"Tuve síntomas como escalofríos y dolores de garganta, cosas que había experimentado antes de dar positivo", explicó Lyles tras la prueba.

A pesar de su inesperada situación, Lyles optó por participar, postergando su bienestar por el deseo de competir.

Consciente de la gravedad de su condición, se preparó para la carrera bajo un régimen de medicación y cuarentena.

Al definir su mentalidad, Lyles expresó: "Sabía que si quería salir aquí y ganar, tenía que darlo todo desde el principio.

No tenía tiempo para ahorrar energía".

El resultado final fue un tercer lugar, logrando la medalla de bronce, mientras que el ganador fue el velocista botsuano Letsile Tebogo.

Al finalizar, Lyles se sintió muy mareado, con dificultad para respirar y dolor en el pecho, lo que llevó a su equipo a retirarlo de la pista en silla de ruedas, un momento difícil para un deportista élite.

La respuesta del atleta ante la diagnosis fue honesta y proactiva: "Intentamos mantenerlo en secreto.

Solo mi equipo médico, mi entrenador y mi madre estaban al tanto.

No queríamos que la noticia causara pánico, ya que también queríamos competir". Esto refleja la intensidad de la competencia deportiva y los niveles de presión que enfrentan los atletas en eventos de tal magnitud.

Lyles tampoco descartó la posibilidad de participar en la prueba por relevos 4x100, reconoció su papel en el equipo, pero enfatizó su compromiso con la transparencia hacia sus entrenadores.

Sin embargo, dejó en claro que el éxito del equipo siempre primaría sobre su bienestar personal.

La historia de Lyles es un testamento del espíritu competitivo y de los sacrificios que muchos atletas están dispuestos a hacer en busca de la gloria, a pesar de las adversidades.

Este incidente también revivió recuerdos de los Juegos Olímpicos en Pekín 2008, donde los atletas también enfrentaron complicaciones de salud en un contexto de preocupación global.

A medida que el mundo sigue lidiando con los efectos de la pandemia y otras crisis de salud, el legado de los Juegos Olímpicos se convierte en una mezcla de perseverancia y resistencia frente a desafíos imprevistos.