Ante los efectos del cambio climático, los productores de vino en Italia están revisando sus métodos tradicionales y cultivando variedades más resistentes al calor y la sequía, además de implementando nuevas tecnologías para conservar sus cultivos y preservar la identidad de sus vinos.
En un contexto donde el clima global continúa experimentando alteraciones extremas, los viñedos italianos enfrentan una transformación profunda en sus prácticas tradicionales.
La prolongación de veranos calurosos, la irregularidad en los patrones climáticos y la reducción en el recurso hídrico están forzando a los viticultores a replantear conceptos arraigados en la historia vitivinícola del país, especialmente el terroy, esa interacción sutil entre suelo, clima, viento y técnicas humanas que confiere a cada vino su carácter único.
Massimo Tosoni, quien cultiva uvas en la región del Lazio, cerca de Roma, es un claro ejemplo de estos cambios. A sus 73 años, ha observado cómo las condiciones climáticas han alterado los ciclos de cosecha. Las variedades tradicionales como Trebbiano y Malvasia, que solían madurar en octubre, ahora lo hacen a finales de agosto. La sequía prolongada ha secado los suelos, volviéndolos duros y desconectados de la capacidad de absorción de agua, poniendo en riesgo la calidad de la vid y, por ende, de los vinos producidos.
Este fenómeno no solo afecta a Toscana o Lazio, sino a toda Italia, que es uno de los principales productores mundiales de vino, con un valor estimado en 15.000 millones de euros y que representa un 10% de la economía agrícola del país. Antes de las tensiones comerciales y arancelarias recientes, Italia exportaba un récord de 9.000 millones de euros en vino en 2024. Sin embargo, los cambios en el clima están poniendo en peligro la producción en muchas regiones, obligando a los productores a buscar soluciones innovadoras.
Una de las alternativas más comunes ha sido la introducción de rotaciones de riego. Gracias a avances tecnológicos, los viticultores utilizan aplicaciones móviles para gestionar su riego de forma eficiente, reduciendo el consumo de agua y minimizando residuos.
Martina Tosoni, hija de Massimo, ha destacado el uso de sistemas de riego automatizados que le permiten controlar los niveles desde su teléfono, en comparación con las noches en vela que ayudaban a su padre a revisar los filtros manualmente.
Además, han comenzado a replantar diversas variedades resistentes al calor, como la Syrah, que antes se cultivaba principalmente en Sicilia, y a experimentar con técnicas ancestrales, como la injertación de variedades resistentes sobre raíces locales.
La adaptabilidad también se sustenta en la colaboración comunitaria. En Italia, las cooperativas y consorcios de productores están diseñando estrategias conjuntas para fortalecer su presencia en el mercado y diversificar la oferta, incluyendo enoturismo y actividades de divulgación que también ayudan a sostener la economía local en tiempos difíciles.
Expertos en sostenibilidad, como la doctora Kimberly Nicholas de la Universidad de Lund, han insistido en que la conciencia sobre el impacto del cambio climático en la viticultura ha aumentado significativamente en los últimos años.
Actualmente, se observan cambios en la composición, acidez y concentración de azúcar en las uvas, lo que lleva a vinos con menor acidez, mayor contenido de alcohol y sabores más planos.
Frente a estos desafíos, los productores más experimentados, como la familia Frescobaldi en Toscana, están pensando en soluciones integradas, como la construcción de embalses para captar agua durante temporadas lluviosas y la plantación en laderas norteñas, donde la menor exposición al sol ayuda a mantener la humedad del suelo.
También están explorando variedades adaptadas a temperaturas elevadas, como el Vermentino, y ajustando sus técnicas de poda y orientación de filas para reducir la exposición solar.
A largo plazo, muchos enólogos consideran que estos cambios marcarán la pérdida progresiva de algunas variedades tradicionales, como el Pinot Noir, que desaparecerán si no se actúa con innovación.
La modificación en la legislación, que regula las denominaciones de origen en Italia, también enfrenta tensiones, ya que los vinos de futuras generaciones podrían diferir significativamente en estilo y carácter.
Desde una perspectiva histórica, la viticultura italiana siempre ha sido un reflejo de su paisaje y cultura, y su adaptación representa una lucha constante por mantener vivos sus siglos de tradición en un mundo en rápida transformación.
La innovación, el trabajo comunitario y el respeto por las raíces serán claves para que el sector logre seguir produciendo vinos de calidad en un clima cambiante, asegurando así la continuidad de un legado cultural y económico que ha resistido milenios.