Un estudio liderado por investigadores canadienses revela que casi cinco millones de caballitos de mar han sido incautados a nivel mundial en los últimos diez años, en una operación que apenas rasca la superficie de un lucrativo comercio ilegal valorado en aproximadamente 24 millones de euros. La mayoría de estos animales, utilizados en medicina tradicional y productos cosméticos, son extraídos de forma indiscriminada y transportados a través de redes internacionales altamente complejas.

Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Columbia Británica (UBC) ha puesto en evidencia una problemática global que hasta ahora permanecía en gran medida oculta: el tráfico ilegal de caballitos de mar.

Durante más de una década, los investigadores analizaron registros públicos de incautaciones y noticias relacionadas con esta práctica ilícita, logrando identificar cerca de 300 casos destacados en 62 países diferentes entre los años 2010 y 2021.

Según los datos recopilados, en ese período se lograron interceptar aproximadamente cinco millones de caballitos de mar, cuyo valor estimado en el mercado negro alcanza los 24 millones de euros.

La mayoría de estas criaturas, que son veneradas en algunos países por sus supuestas propiedades medicinales y en productos de belleza, terminan en destinos como China y Hong Kong, donde la demanda para la medicina tradicional se mantiene fuerte.

Sin embargo, en países como Canadá también pueden adquirirse a través de tiendas físicas y plataformas en línea, a pesar de los controles legales.

Los investigadores advierten que estas cifras solo representan una fracción del tamaño real del comercio ilegal, ya que muchas operaciones escapan a los registros públicos, y las redes criminales emplean métodos cada vez más sofisticados para evadir a las autoridades.

La directora del estudio, Sarah Foster, destacó que aunque en Canadá no se han reportado incautaciones públicas oficiales, desde 2020 se han abierto al menos 19 expedientes relacionados con seahorses, principalmente en la región del Pacífico, involucrando productos deshidratados y otros derivados.

La red de tráfico se ha mostrado compleja y multicapa, con la mayoría de las incautaciones relacionadas con el transporte en equipaje de pasajeros en aeropuertos, pero la mayor cantidad de caballitos de mar son trasladados mediante barcos, formando parte de grandes cargas marítimas.

Estos animales suelen ser comercializados junto con otros productos ilícitos, como toneles de marfil, escamas de pangolín, calamares y aletas de tiburón, formando parte de una economía clandestina que debilita seriamente los ecosistemas marinos.

Un caso particular en Vietnam evidenció que algunos caballitos de mar procedían originalmente de África Occidental, pero a través de una serie de desplazamientos internacionales, llegaron a ser vendidos en Asia, destinados en gran parte a mercados chinos.

Foster subraya que para enfrentar esta problemática es imprescindible que los países trabajen en conjunto, compartiendo información y estrategias para identificar, detener y desmantelar estas redes.

Es importante señalar que, bajo el marco de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora), los caballitos de mar solo pueden ser comercializados legalmente si cuentan con permisos que acrediten su procedencia legal y no afecten las poblaciones silvestres.

Sin embargo, Max Valentine, experto en sostenibilidad marina de Oceana, comenta que obtener estos permisos es muy difícil y que muchas operaciones ilegales se realizan sin ninguna regulación.

Actualmente, dos especies de caballitos de mar están catalogadas como en peligro crítico de extinción, y otras trece se consideran vulnerables, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

La extracción ilegal y la pesca con métodos destructivos, como el arrastre de fondo, tienen consecuencias devastadoras no solo para la especie, sino también para el equilibrio de todo el ecosistema marino.

Este método, ampliamente utilizado, destruye hábitats submarinos y mata toda la biodiversidad en su camino, afectando a las especies que viven del mismo entorno.

Desde la comunidad científica y ambientalista, la preocupación es creciente. Foster afirmó que al conocer esta alarmante realidad, siente una mezcla de sorpresa y rechazo, y resaltó que proteger a los caballitos de mar es, en definitiva, proteger los hábitats marinos en general.

Como ella misma indica, “salvar a los caballitos de mar significa contribuir a la preservación de los océanos”.

Este problema ha revestido una importancia creciente en las agendas internacionales, pues cada acción contra el tráfico ayuda a proteger una especie emblemática y a reforzar los esfuerzos por mantener la biodiversidad marina en un momento en que el cambio climático y la sobreexplotación amenazan con reducir aún más su población.

La colaboración global, los controles duros y la concienciación pública son, por tanto, pasos imprescindibles para frenar esta actividad ilegal y garantizar un futuro más saludable para los mares.