Un análisis reciente confirma que las rocas del cinturón de rocas verdes de Nuvvuagittuq en Quebec son las más antiguas conocidas en nuestro planeta, superando los 4.16 mil millones de años de antigüedad, ofreciendo nuevas perspectivas sobre los primeros momentos de la historia terrestre.

En 2008, un grupo de investigadores canadienses liderado por el estudiante de doctorado de la Universidad McGill, Jonathan O’Neil, anunció el descubrimiento de las rocas más antiguas conocidas en la Tierra, con una antigüedad estimada en 4,3 mil millones de años, localizadas en la región de Québeq.

Este hallazgo generó una gran controversia en la comunidad científica, ya que ofrecía la posibilidad de obtener información sin precedentes acerca de los primeros momentos en la historia de nuestro planeta, durante el eón Hadeano, apenas unos pocos cientos de millones de años después de la formación de la Tierra hace aproximadamente 4,5 mil millones de años.

El descubrimiento inicial se basó en el análisis de minerales denominados zircones, que son considerados reliquias extremadamente fiables para datar rocas antiguas.

Sin embargo, algunos científicos argumentaban que las rocas en cuestión eran mezclas de materiales antiguos y más recientes, lo que dificultaba confirmar su verdadera antigüedad y, por tanto, su valor como ventanas hacia la juventud de la Tierra.

Tras más de una década de investigación exhaustiva, el equipo de O’Neil ha logrado confirmar mediante técnicas isotópicas más precisas que las rocas estudiadas en 2008 tienen al menos 4,16 mil millones de años, datos publicados en la revista Science en 2025.

Estos hallazgos confirman que estas rocas provienen del eón Hadeano y que, en consecuencia, contienen las pruebas de los restos más antiguos preservados en nuestro planeta.

La importancia de este descubrimiento radica en que, al tratarse de rocas tan antiguas, albergan información valiosa sobre la formación inicial de los océanos, la aparición de la corteza terrestre, y los primeros indicios de actividad tectónica.

Además, estos minerales ofrecen pistas sobre los inicios de la vida en la Tierra.

El cinturón de rocas verdes de Nuvvuagittuq, localizado en la región de Nunavik, cerca de la Costa Este de Canadá, está compuesto principalmente por basaltos, un tipo de roca volcánica que se forma en el fondo oceánico.

La dificultad radica en que el basalto en sí no contiene zircones, por lo que los investigadores utilizaron técnicas alternativas, como el fechado con samario-neodimio, adecuado para rocas de más de 4 mil millones de años.

Para disipar dudas y resolver controversias anteriores, el equipo analizó una segunda muestra, que es una intrusión de magma líquido solidificado en un momento posterior al origen de la roca original.

Esta muestra, datada también en 4,16 mil millones de años, permitió establecer con mayor certeza la antigüedad de las rocas y fortalecer los datos obtenidos.

Los resultados fueron respaldados por expertos internacionales, quienes consideran que estos hallazgos aportan evidencia convincente de que en esa región existió la corteza continental muy temprana en la historia de la Tierra.

No obstante, todavía existen debates sobre la interpretación de estos datos. Algunos científicos, como Martin Bizzarro, profesor en la Universidad de Copenhague, opinan que las complejidades de los procesos geológicos tempranos todavía no permiten afirmar con certeza la edad exacta de estas rocas, dado que podrían haber sido alteradas o mezcladas con otros materiales a lo largo de miles de millones de años.

Sin embargo, otros expertos, como Graham Pearson de la Universidad de Alberta, resaltan que la variedad de técnicas y la rigurosidad del análisis ofrecen una base sólida para aceptar estos resultados.

Este descubrimiento no solo amplía nuestro conocimiento sobre los primeros tiempos de la Tierra, sino que también contribuye a entender mejor los procesos geológicos y la aparición de la vida, y abre nuevas vías para la investigación en planetología.

En el contexto de la historia geológica, las rocas del cinturón de Nuvvuagittuq son un testimonio de un pasado remoto, que en su momento ayudaron a formar los continentes y la atmósfera, y que actualmente nos permiten recordar nuestros orígenes más profundos.

La ciencia continúa en la búsqueda de respuestas, y con estos hallazgos, se acerca cada vez más a comprender los primeros instantes de nuestro planeta en su historia más antigua.