La expansión de las empresas automotrices chinas en Argentina se acelera gracias a beneficios arancelarios y avances tecnológicos, posicionando a las marcas locales en un escenario global. Analizamos el impacto, historia y desarrollo de esta industria en plena transformación.
En los últimos años, la industria automotriz china ha experimentado un crecimiento sin precedentes y ha comenzado a dejar una huella importante en el mercado argentino.
Tras un período de restricciones en las importaciones y aranceles elevados, las condiciones actuales y los beneficios arancelarios han generado un escenario propicio para el desarrollo de marcas chinas en Argentina, donde ahora ya operan más de 20 empresas con vehículos patentados.
Este fenómeno no es aislado; en todo el mundo, las empresas chinas están acelerando su expansión, impulsadas por una evolución tecnológica significativa, mejoras en calidad y diseños innovadores, todo a precios considerablemente más competitivos.
Aunque en Estados Unidos la competencia es más compleja debido a tensiones geopolíticas con el gobierno de Donald Trump, en Europa y otras regiones el crecimiento ha sido exponencial.
En el último informe de agosto, las marcas chinas registraron un aumento interanual del 121% en los patentamientos, superando a compañías tradicionales como Renault y Audi.
La clave del éxito de las empresas chinas radica en su apuesta por la electromovilidad. Desde hace décadas, China ha invertido en el desarrollo de su industria automotriz, que inició en los años 50 con empresas estatales apoyadas por la Unión Soviética para la fabricación de camiones.
Sin embargo, fue a partir de los años 80 y 90, con alianzas con actores internacionales como Volkswagen y General Motors, que las primeras automotrices chinas comenzaron a ensamblar vehículos con componentes importados, capacitando a su personal en ingeniería y diseño.
El gran salto ocurrió en 2001, cuando China integró la Organización Mundial del Comercio (OMC), abriendo sus puertas a la inversión extranjera y permitiendo el ingreso de fabricantes internacionales en sociedades conjuntas.
Con la liberalización económica, nacieron nuevos gigantes locales y comenzaron a desarrollarse tecnologías propias. Para 2024, China vendió más de 30 millones de vehículos anualmente, liderada por empresas como BYD, que vendió más de 4,2 millones de unidades en el año, consolidándose como la principal productora y vendedora a nivel nacional.
El grupo Great Wall Motor (GWM), con sede en Baoding, a unos 150 kilómetros de Beijing, ejemplifica el liderazgo tecnológico de China en el sector.
Fundada hace 35 años y con participación privada, GWM ha crecido notablemente, especializándose en SUV y pickups con marcas como Haval, Tank, Poer, Ora y Wey.
Aunque no lidera en ventas en China, en 2024 vendió más de 1,23 millones de unidades, principalmente en segmentos de SUV y 4x4.
GWM cuenta con una infraestructura innovadora, que incluye el mayor laboratorio de pruebas de choque en Asia, un túnel de viento para pruebas aerodinámicas y un centro de diseño con ingenieros que en el pasado trabajaron en marcas de lujo como Porsche y McLaren.
Además, dispone de instalaciones en otros países de Asia, Europa y Estados Unidos, y mantiene centros de investigación en software y tecnologías de conducción semi autónoma, muchas de ellas desarrolladas por ingenieros chinos con experiencia internacional.
En términos de producción, GWM ha logrado integrar todos los componentes necesarios, fabricando sus propias baterías mediante su subsidiaria Svolt, que además provee a marcas globales como Stellantis y BMW.
La compañía también produce motores y sistemas híbridos, y recientemente adquirió una fábrica de semiconductores, un elemento clave en la electrónica automotriz moderna.
Los vehículos de GWM se destacan por ofrecer calidad en interiores, innovación en sistemas de propulsión y tecnología de conducción asistida, todo a precios más accesibles.
Este nivel de integración y avance tecnológico ha posicionado a China como un actor dominante en el mercado mundial, poniendo en jaque a las marcas tradicionales.
La presencia en Argentina, con un ecosistema de marcas chinas en expansión, confirma el impacto global de esta industria en plena transformación tecnológica y de mercado.