Miles de fieles de todo el mundo se congregaron en la Plaza de San Pedro para dar el último adiós a Papa Francisco en una emotiva ceremonia que superó las expectativas de asistencia, pese a la capacidad limitada del lugar.
Más de 250 mil personas provenientes de diferentes partes del mundo se reunieron este sábado en la emblemática Plaza de San Pedro para despedir al Papa Francisco en su Misa de Réquiem, una ceremonia que quedó marcada por la gran cantidad de asistentes y la emotividad del momento.
La capacidad máxima de la plaza, que es de aproximadamente 40 mil personas, fue ampliamente superada, ya que los fieles se extendieron por las calles adyacentes, especialmente a lo largo de la Vía de la Conciliación, la principal arteria que conecta con la plaza vaticana.
La multitud, en su mayoría devota y respetuosa, reflejaba la profunda admiración que millones de personas sienten por el pontífice argentino, cuya figura ha sido símbolo de esperanza y cambio en la Iglesia Católica.
La liturgia fue presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio de Cardenales, quien estuvo acompañado por cerca de 250 cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos.
La ceremonia fue un acto solemne y cargado de simbolismo, en el que la comunidad católica expresó su respeto y gratitud hacia Francisco, quien en su testamento había pedido ser enterrado en la Basílica de Santa María La Mayor.
Tras la misa, el féretro del Papa fue trasladado en un cortejo fúnebre que recorrió el centro de Roma, atravesando las calles llenas de fieles que, con rosas blancas en mano, aguardaban en las aceras y en las escalinatas de entrada a la basílica.
La procesión fue un momento de gran emotividad, en el que decenas de personas, incluyendo desfavorecidos y algunos reclusos, mostraron su respeto y despedida.
El recorrido culminó en la Basílica de Santa María La Mayor, donde el Papa Francisco fue enterrado en una sencilla tumba de tierra, ubicada entre la Capilla Paolina y la de la familia Sforza.
La sepultura, decorada con una lápida de mármol blanco que lleva su nombre papal 'FRANCISCUS' y una reproducción en plata de su cruz pectoral, sirvió como un símbolo de humildad y sencillez, valores que el pontífice promovió durante su papado.
La ceremonia de entierro fue privada, exclusiva para familiares y personas cercanas, pero los fieles podrán visitar la tumba a partir de la mañana del domingo para rendir homenaje.
La despedida de Papa Francisco no solo fue un acto religioso, sino también un evento que reflejó la profunda conexión entre el líder espiritual y sus seguidores, quienes enviaron un mensaje de esperanza y paz en estos momentos de transición.
El legado de Francisco, quien asumió el papado en 2013, es recordado por sus esfuerzos en promover la justicia social, el cuidado del medio ambiente y la humildad en el liderazgo religioso.
La presencia masiva en su despedida confirma la huella imborrable que dejó en la humanidad y en la historia reciente de la Iglesia Católica.