Toronto busca aprovechar la experiencia de los Juegos Panamericanos de 2015 para dejar un legado duradero con la organización del Mundial de Fútbol 2026, destacando la importancia de una planificación estratégica y de inversión en infraestructura comunitaria.
Hace casi una década, Toronto fue sede de los Juegos Panamericanos de 2015, un evento que dejó una huella significativa en la ciudad y que hoy sirve como ejemplo para la organización del próximo Mundial de Fútbol en 2026.
La experiencia adquirida en aquella ocasión muestra que, si se planifica y ejecuta con visión a largo plazo, la capital canadiense puede transformar su comunidad y su entorno urbano mediante inversiones en infraestructura y proyectos sociales.
El legado del evento panamericano trascendió la competencia deportiva, ya que la ciudad construyó una serie de instalaciones y servicios que aún hoy se utilizan y evolucionan.
Uno de los principales logros fue la creación de infraestructuras innovadoras, incluyendo un centro deportivo en Scarborough, el Toronto Pan Am Sports Centre, que continúa siendo un punto de referencia para deportistas y residentes.
Este centro, que costó aproximadamente 130 millones de euros, fue clave para consolidar programas deportivos y ofrecer un espacio de entrenamiento de alto nivel accesible a todos.
Además, la construcción del barrio Canary District se convirtió en uno de los mayores proyectos residenciales y urbanos de la ciudad, con más de 650 viviendas, comercios, parques y un centro comunitario.
Este desarrollo transformó un terreno previamente propenso a inundaciones en un barrio vibrante y sostenible, promoviendo la inclusión social y la cohesión comunitaria, valores que también son esenciales para el éxito del Mundial.
Por otro lado, la inversión en infraestructura deportiva fue significativa. La remodelación del Estadio BMO, que incluyó una inversión de aproximadamente 135 millones de euros, se considera un ejemplo de cómo el gasto puede traducirse en beneficios duraderos.
El estadio ahora cuenta con instalaciones modernas y se ha convertido en un centro neurálgico para el fútbol y otros eventos deportivos, además de ser una fuente de orgullo local.
El legado de los Juegos Panamericanos en Toronto también incluye mejoras en la conectividad y el transporte público, con enlaces que facilitan el acceso a las instalaciones deportivas y las zonas residenciales.
La experiencia muestra que un enfoque integral en desarrollo urbano, sostenibilidad y participación comunitaria puede maximizar los beneficios del evento internacional.
Para el Mundial de 2026, se prevé que el costo total del evento en Toronto rondará los 360 millones de euros, un monto que, si bien elevado, puede justificarse por las múltiples rentas sociales, económicas y culturales que deixará en la ciudad.
Como en su momento con los Juegos Panamericanos, la clave será mantener una visión a largo plazo, enfocada en la inversión en comunidades y en la creación de un legado positivo.
En definitiva, Toronto demuestra que, con planificación estratégica y compromiso, los eventos deportivos de gran escala son una oportunidad para impulsar el desarrollo urbano y social.
La historia de los Juegos Panamericanos de 2015 es un testimonio de cómo el deporte puede convertirse en un catalizador para el crecimiento y el bienestar de las comunidades, una lección que debe aprovecharse de cara a la organización del Mundial en 2026.