Descubre las principales características de un entorno de trabajo saludable y cómo identificar si tu empresa está en crisis o en crecimiento, según recientes estudios y expertos en recursos humanos.
En un mundo laboral en constante cambio, cada vez es más importante para las empresas priorizar el bienestar psicológico y la seguridad emocional de sus empleados.
Según la encuesta 'Trabaja en Estados Unidos 2024' realizada por la Asociación Americana de Psicología, las compañías que fomentan un entorno emocionalmente saludable experimentan mayores tasas de retención, productividad y compromiso por parte de sus equipos.
De hecho, aproximadamente el 70% de los trabajadores asegura que su bienestar psicológico tiene un impacto directo y positivo en su desempeño laboral, y un 93% de quienes sienten mayor seguridad emocional en su trabajo creen que realmente importan a su empleador.
Estas cifras reflejan que un ambiente de trabajo saludable no solo beneficia a los empleados, sino que también impulsa a las organizaciones a alcanzar mejores resultados.
Sin embargo, un estudio realizado en 2025 por iHire revela que cerca del 75% de los empleados han experimentado alguna vez un entorno laboral tóxico.
Lo más preocupante es que casi el 60% de estos trabajadores preferiría aceptar un sueldo menor en un empleo diferente antes que seguir en un lugar de trabajo dañino para su salud mental.
Presuntamente, estos ambientes suelen afectar la autoestima, generar ansiedad y disminuir la productividad, creando un círculo vicioso difícil de romper.
Un entorno laboral tóxico se caracteriza por la presencia de negatividad, miedo y desconfianza. En estos espacios, es común observar rumores, comportamientos pasivo-agresivos, estancamiento en el crecimiento profesional, formación de cliques entre empleados y una falta de reconocimiento.
La hostilidad entre departamentos o hacia la dirección también suele ser frecuente. Aunque muchos trabajan en estos entornos por necesidad, el impacto puede ser devastador a largo plazo.
Expertos en recursos humanos y psicología organizacional, como Brandon Dawson, presuntamente coinciden en que estas culturas tóxicas no solo son poco agradables, sino que también reducen la productividad.
Dawson señala que “las personas dedican más tiempo a navegar en política interna o a protegerse a sí mismas que a generar resultados reales”.
Para identificar si una empresa es un lugar saludable o tóxico, existen ciertos signos clave. Uno de los más evidentes es la rotación de empleados; en ambientes tóxicos, la tasa de salida suele ser alta, ya que las personas no permanecen mucho tiempo.
Esto afecta la continuidad del trabajo y la moral del equipo.
Otra señal clara es la baja motivación y el sentimiento de desilusión entre los empleados. Cuando el apoyo, el reconocimiento y las oportunidades de crecimiento son escasos, el compromiso disminuye y la desconexión se vuelve contagiosa. La investigación en salud pública y bienestar laboral indica que las compañías que invierten en el bienestar de su personal reportan empleados más felices y productivos.
Asimismo, la resistencia al cambio puede ser un indicador de un ambiente enfermizo. Cuando la cultura se vuelve rígida, y nadie se siente seguro o empoderado para proponer nuevas ideas, la innovación se estanca y la empresa corre el riesgo de perder competitividad.
La falta de transparencia por parte de la gerencia también alimenta la desconfianza y el rumorismo. El liderazgo que no comunica claramente o que oculta información fomenta un clima de incertidumbre y hostilidad. Como explica Smith, una gestión que escucha y comunica frecuentemente ayuda a fortalecer la confianza y el sentido de pertenencia.
Supuestamente, muchos profesionales han vivido en carne propia estas condiciones y han aprendido a sobrellevarlas. Smith comparte que, en su caso, documentar comportamientos y buscar apoyo le permitió enfrentarse a la toxicidad y proteger su salud mental.
¿Y qué hacer si uno se encuentra en un entorno laboral dañino? Los expertos recomiendan, en la medida de lo posible, controlar lo que uno puede: mantener límites claros, documentar incidentes y buscar alianzas con colegas que compartan una visión positiva.
Aunque salir de un trabajo tóxico puede ser la mejor opción, no siempre es factible de inmediato, por lo que la resiliencia y la estrategia son fundamentales.
Por otro lado, los ambientes de trabajo saludables se distinguen por la comunicación abierta, oportunidades de desarrollo profesional, una cultura que valora el bienestar integral, la colaboración entre equipos y el reconocimiento del esfuerzo.
Estos elementos promueven un entorno en el que las personas sienten que pertenecen y pueden crecer.
Dawson destaca que “la positividad es contagiosa, y la forma en que uno se presenta cada día puede influir en cambiar o mantener un ambiente tóxico”.
Por ello, la actitud y las acciones individuales tienen un peso importante en la cultura organizacional.
En conclusión, aunque las malas prácticas y ambientes tóxicos aún persisten en muchas organizaciones, es posible promover cambios positivos. La clave está en identificar las señales, actuar con inteligencia y buscar entornos que realmente valoren y apoyen a sus empleados, logrando así un balance entre productividad y bienestar.