Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China aumentan con los nuevos aranceles impuestos por Trump, generando incertidumbre sobre el futuro del comercio global.
Las recientes medidas arancelarias impuestas por el presidente Donald Trump a casi todos los países con los que Estados Unidos comercia han sido interpretadas como un intento de abordar su inquietud prolongada respecto al déficit comercial.
En febrero, el déficit comercial de EE. UU. alcanzó los 113.3 mil millones de euros, una disminución de 7.4 mil millones de euros respecto a enero, cuando se registró un máximo histórico. Este déficit ha mostrado fluctuaciones, pero ha crecido de manera constante durante las últimas décadas.
Trump ha manifestado su descontento con los déficits comerciales, indicando que "tenemos déficits con casi todos los países, no con todos, pero casi, y vamos a cambiar eso.
Ha sido injusto". Sin embargo, un estudio reciente de YouGov revela que el 57% de los estadounidenses no consideran que los déficits comerciales sean inherentemente injustos, lo que refleja una comprensión limitada del tema.
Un déficit comercial se produce cuando el valor monetario de las importaciones de un país supera al de sus exportaciones. Las tarifas impuestas por Trump parecen estar dirigidas a equilibrar o incluso revertir este déficit, enfocándose en déficits específicos con países individuales.
Este fenómeno, conocido también como una balanza comercial negativa, puede ser calculado para bienes, servicios y transacciones internacionales.
Un déficit comercial puede surgir cuando un país se convierte en un destino atractivo para la inversión extranjera. La posición del dólar estadounidense como moneda de reserva global genera una alta demanda de dólares, lo que lleva a otros países a exportar más para que los estadounidenses puedan adquirir más billetes estadounidenses.
Desde una perspectiva más cercana, el analista financiero Stephen Kates señala que, aunque el déficit comercial no afecta directamente a los estadounidenses, las importaciones les permiten adquirir productos que no se producen en el país, como el café.
El debate sobre si un déficit comercial es positivo o negativo no tiene una respuesta sencilla. Por un lado, permite a un país consumir más de lo que produce y acceder a bienes que no podría fabricar debido a la falta de recursos. Además, la importación de bienes puede ser más económica que la producción interna, dado que los costos laborales y de energía en EE. UU. son elevados. Sin embargo, a largo plazo, los déficits pueden llevar a la deslocalización de empleos y a una dependencia de mercados extranjeros para ciertos productos y servicios.
Kates advierte que, aunque las tarifas de Trump podrían no reducir significativamente el déficit comercial a corto plazo, es probable que los estadounidenses enfrenten precios más altos en productos esenciales, lo que podría llevarles a reducir el gasto en artículos no esenciales.
La expectativa de que estos aranceles generen un cambio inmediato en el déficit parece poco realista.
Además, Barnes, presidente de una firma de investigación de mercado, sugiere que no es probable que las tarifas devuelvan trabajos a EE. UU. de manera significativa, ya que eso requeriría un plan deliberado para construir fábricas, encontrar trabajadores disponibles y formarlos adecuadamente.
Sin embargo, algunos pequeños logros podrían surgir como resultado de estas tarifas, como la recuperación de ciertos empleos en el país o la generación de ingresos a partir de los aranceles para compensar recortes fiscales.
En resumen, mientras que Trump busca equilibrar el déficit comercial y proteger la economía estadounidense, la realidad del comercio global presenta desafíos complejos que requieren más que solo la imposición de tarifas.
La resistencia de China a estos aranceles podría intensificar aún más las tensiones en esta guerra comercial que parece lejos de resolverse.