Un vistazo al polémico cambio de superficie en el torneo de tenis de Madrid, que dejó huella en la historia del deporte.

El mundo del tenis se concentra en Madrid, donde se celebran los torneos ATP 1000 y WTA 1000, regresando la atención al escenario que una vez fue protagonista de un controvertido experimento hace más de una década.

En 2012, la capital española fue el epicentro de un cambio audaz en la superficie del torneo, que se tornó en un inusual polvo de ladrillo azul. Ion Tiriac, un destacado exjugador y empresario rumano, fue quien lideró esta transformación, impulsado no solo por su pasión por el tenis, sino también por su visión innovadora en el ámbito comercial.

Tiriac, conocido por su capacidad para anticipar tendencias, decidió cambiar el tono del tradicional polvo de ladrillo a un azul vibrante, una idea que generó comentarios diversos tanto en el mundo del tenis como entre los aficionados.

Aunque su intención era mejorar la visibilidad para las transmisiones televisivas, la decisión no fue recibida sin críticas. Rafael Nadal, un habitual campeón en Madrid, no escatimó palabras al manifestar su descontento tras ser eliminado en los octavos de final, argumentando que el torneo, siendo uno de los puntos culminantes de la temporada sobre tierra, tenía una superficie que no se asemejaba al terreno habitual.

El año 2012 se convirtió en un hito para el circuito tenístico, aunque la experiencia del polvo azul solo duró seis meses. A pesar de las reacciones mixtas, Roger Federer emergió como el campeón, adaptándose de manera efectiva a la nueva superficie más rápida, resultado del proceso de teñido que alteró las propiedades del material.

La altitud de Madrid, que se encuentra a 700 metros sobre el nivel del mar, también jugó un papel crucial en este fenómeno, favoreciendo a aquellos jugadores capaces de adaptarse rápidamente a las condiciones cambiantes.

Sin embargo, la visión de Tiriac era clara: “Hay que innovar y asumir riesgos”, decía, defendiendo su decisión con la esperanza de que otros deportes, que ya habían optado por colores más vibrantes, inspiraran un cambio en el tenis.

El experimento tuvo su auge, pero al año siguiente, en 2013, Tiriac optó por regresar al clásico polvo de ladrillo rojo, cerrando el capítulo de la controversia pero dejando en la historia del deporte una anécdota que muchos recordarían con sonrisas y críticas por igual.

El polvo de ladrillo azul dejó una huella indeleble en el mundo del tenis, marcando un intento sin precedentes por parte de los organizadores de atraer la atención y renovar la imagen del torneo.

Aunque su duración fue breve, aquel año se convirtió en un símbolo del espíritu aventurero que a menudo caracteriza al deporte. A medida que los jugadores se preparan para el torneo de este año, la memoria de aquel singular polvo de ladrillo azul sigue viva, recordando a todos que el tenis, como otros deportes, también puede experimentar cambios inesperados en su desarrollo.