Crónica histórica sobre la campaña de 1975 de Héctor Scotta con San Lorenzo, su marco goleador y las repercusiones estatales en el fútbol argentino, con contexto de la época y notas de continuidad en la historia del deporte.

Hace medio siglo, el fútbol argentino vivió una temporada que dejó una marca indeleble en la memoria de los aficionados: la hazaña goleadora de Héctor Scotta, conocido como el Gringo, durante el año 1975.

En esa jornada, Scotta superó los límites de lo que se esperaba de un delantero de su generación, convirtiéndose en el artillero más destacado de la campaña con un total de 60 tantos en 57 partidos disputados entre las dos principales competencias nacionales de aquel momento.

La campaña de Metropolitano arrancó en febrero y San Lorenzo, el club con el que Scotta viviría su apogeo, inició esa fase con un empate 2-2 ante All Boys.

A partir de ese encuentro, el Gringo mostró una continuidad en su rendimiento que le permitió, con rapidez, encadenar una serie de actuaciones decisivas.

En ese año, su registro goleador se desglosó en 32 tantos en 37 compromisos de la liga: 15 de jugada, 9 de cabeza, 5 de penal y 3 de tiro libre. Esa productividad contribuyó a que San Lorenzo finalizara la ronda con 56 goles a favor, una cifra que le dejó claro que Scotta era el motor ofensivo del equipo, al punto de que el 57% de los goles del club ese año llevaron su firma.

El tramo de Nacional, la segunda competencia de aquel temporada, consolidó aún más su récord. En la ronda final, San Lorenzo terminó tercero, detrás de River Plate y Estudiantes. En ese periodo, Scotta aportó 28 goles; de estos, 17 llegaron de jugada, incluyendo una chilena memorable, y el resto se repartió entre cabezazos, penales y tiros libres.

Entre diciembre y fin de año, el Gringo cerró su cosecha con dos tantos en la última jornada disputada en la cancha de Huracán, ante Gimnasia y Esgrima de Jujuy, una victoria por 3-0 que dejó claro que su arco estaba encendido hasta el último minuto del año.

La suma de ambos torneos arrojó 60 goles en 57 encuentros, con un promedio superior a 1 gol por partido. En ese sentido, la marca de Scotta superó con holgura a los registros que había mantenido el paraguayo Arsenio Erico, quien en 1937 había dejado 47 tantos en 34 partidos, un rendimiento de 1,38 goles por encuentro.

La comparación entre ambos nombres quedó grabada en la historia: Erico era, por aquel entonces, el referente de la época dorada del fútbol argentino, pero Scotta, con su año de 1975, se erigió como el protagonista de una temporada inolvidable.

Aquel año también marcó el inicio de un ciclo posterior para Scotta a nivel internacional. Al año siguiente, César Luis Menotti convocó al delantero a la Selección, donde sumarían 5 goles en 7 partidos. Su carrera, que comenzó en Colón de Santa Fe y Unión y lo llevó a San Lorenzo, llegó a incluir una etapa en Sevilla y pasos por Ferro, Boca, All Boys, Chicago, Villa Dálmine, San Miguel y Estudiantes de Caseros, culminando en 1988.

Este itinerario muestra la trayectoria de un futbolista que dejó huella no solo por el número de anotaciones, sino por la forma en que convirtió cada una de ellas en un personaje central de la historia del club y del fútbol de su tiempo.

La memoria de 1975 no se limita a las cifras. En la cobertura periodística de la época, El Gráfico y otros medios dedicaron la atención a la magnitud de su logro, aun cuando el fútbol argentino vivía un contexto de cambios y desafíos a nivel organizativo y deportivo.

Con el paso de décadas, la voz de Scaletta y la de Clarín, entre otros, aportaron perspectivas que ayudan a entender por qué esa temporada sigue siendo una referencia para quienes estudian la evolución de la ofensiva en el fútbol nacional.

Hoy, con 75 años, Héctor Scotta es recordado como uno de los protagonistas de una década en la que la competencia local buscaba consolidar un estilo de juego y una identidad que todavía se estudian en la historia del deporte.

Su nombre se asocia inevitablemente a la cifra de 60 goles en 12 meses, un récord que, más allá de cualquier debate puntual, simboliza la capacidad de un jugador para convertir la regularidad en una hazaña que trasciende generaciones y que, de algún modo, continúa inspirando a las nuevas generaciones de goleadores y fanáticos del fútbol argentino.