El electroencefalograma (EEG), tras 100 años de existencia, se prepara para revolucionar el diagnóstico y tratamiento en salud mental y neurociencias.

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El electroencefalograma (EEG) ha sido una herramienta esencial en el estudio de la actividad cerebral durante el último siglo.

En sus inicios, esta tecnología fue fundamental para ayudar a diagnosticar condiciones como la epilepsia, y hoy, a medida que se celebra su centenario, se encuentran nuevos horizontes y aplicaciones prometedoras que podrían transformar el ámbito de la medicina.

El EEG consiste en colocar electrodos sobre el cuero cabelludo del paciente para medir y registrar las ondas cerebrales.

Este sistema no invasivo ha dado un gran paso en su capacidad para detectar la respuesta del cerebro ante diversos estímulos, lo que ha permitido a los médicos obtener información incluso de pacientes con lesiones cerebrales graves que parecen estar inconscientes.

Desde el diagnóstico y monitoreo de epilepsia hasta la posibilidad de controlar dispositivos como drones o sillas de ruedas, el EEG ha demostrado ser una herramienta versátil.

En un comentario publicado en la revista Nature Human Behaviour, un grupo de expertos liderado por Faisal Mushtaq, profesor de ciencias cognitivas, ha señalado que, de acuerdo a una encuesta realizada a más de 500 profesionales del área, se anticipa que el diagnóstico de convulsiones o tumores cerebrales en tiempo real esté al alcance en unos 10 a 14 años.

Sin embargo, la posibilidad de leer los sueños o acceder a recuerdos a largo plazo se considera más lejana, con un pronóstico superior a los 50 años por algunos especialistas, y catalogada por otros como un concepto de ciencia ficción.

La neuropsicóloga Sarah Lippé, quien investiga el desarrollo cerebral en trastornos del espectro autista y el TDAH, subraya el impacto positivo del uso del EEG en la identificación de problemas neurológicos en niños.


Se ha demostrado que el medicamento metilfenidato, comúnmente utilizado para tratar el TDAH, mejora la capacidad de procesamiento sensorial en estos niños, y el EEG puede ayudar a confirmar diagnósticos.

En la medicina intensiva, el EEG se vuelve aún más crucial.

El profesor Adrian Owen destaca que para pacientes en estado crítico tras un lesión cerebral grave, el uso del EEG permite evaluar el nivel de conciencia sin la necesidad de trasladarlos a una resonancia magnética, lo que puede resultar complicado.

Esta metodología ha cambiado la percepción sobre el estado de los pacientes que podrían estar completamente conscientes pero inertes, un enfoque que ha evolucionado considerablemente en la comunidad médica.

Si bien los avances en tecnología EEG ofrecen aplicaciones emocionantes, también surgen importantes dilemas éticos.

Algunos investigadores advierten que grandes corporaciones podrían tener interés en utilizar tecnologías como el EEG para acceder a información que revele las emociones o preferencias de los usuarios continuamente.

La neuropsicóloga Lippé plantea la necesidad de regular este uso, considerando que ya es posible analizar la respuesta emocional de las personas ante productos mediante EEG, lo que abre un debate sobre la privacidad y la ética en la investigación neurocientífica.

En resumen, el electroencefalograma, indiscutiblemente, ha recorrido un largo camino en 100 años y continúa dando pasos agigantados hacia un futuro donde las aplicaciones médicas podrían ser aún más innovadoras.

Aunque todavía existen limitaciones tecnológicas y dilemas éticos, el potencial de esta herramienta es sin duda fascinante y promete aportar grandes beneficios a la salud mental y la neurociencia.